Desde 2010 la economía de Perú ha experimentado un crecimiento sostenido. A pesar de ello, las elevadas cifras de rentabilidad poco ayudan para acabar con problemáticas como el trabajo infantil.

Ayer, 12 de junio, cuando se recordó el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, en Perú pesan las estadísticas de que el 26% de los niños trabaja. El país es el segundo con mayor concentración de trabajo infantil en América Latina y el Caribe, solo después de Brasil y por encima de México y Colombia.

Del total de 7,1 millones de niños, niñas y adolescentes, de entre 6 a 17 años, uno de cada 4 niños peruanos labora en condiciones de explotación. La última medición que se realizó en esta materia data de 2011.

El Comité Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil, ente adjunto al Ministerio de Trabajo, no ha podido generar un panorama actualizado debido a que en todos estos años se ha concentrado en discutir qué metodología usar para ello.

Mientras tanto, los datos que llegan desde instituciones extranjeras y ONG se encargan de mostrar un problema que se agudiza con el paso del tiempo.

Las zonas rurales han sido las más afectadas por su incidencia. De ellas proviene el 58% de niños trabajadores empleados en tareas agrícolas, mineras, ladrilleras y de construcción civil.

Se calcula que solo en Lima, por ejemplo, de cada 4 mujeres menores de edad que trabajan como empleadas domésticas, al menos una proviene de Huancavelica, una de las regiones más pobres del país, ubicada en la sierra central.

Aunque el Estado peruano ratificó en 2002 los principales convenios que proporcionan el marco para la delimitación de la edad para el trabajo infantil, la tarea para que las normativas contenidas en ellos se cumplan parece tardar en demostrar resultados.

La serie de campañas que los gobiernos han desarrollado desde los ministerios de Trabajo y de la Mujer son insuficientes.

La pobreza continúa representando la principal barrera a vencer. A ella se suman la falta de comunicación amplia en la que adultos y niños se reconozcan como sujetos de derechos y obligaciones, y una eficaz tarea de la justicia que ordene el cumplimiento de la ley.

De todos los casos que se han denunciado desde 2008 dentro del delito de explotación infantil, ninguno ha recibido condena. En la mayoría de los casos, los niños han regresado a la casa de sus padres de donde, se sabe, han vuelto a ser conducidos hacia sus lugares de explotación.

El empleo en menores de 11 años no solo representa una delimitación de sus derechos elementales para el juego, la alimentación, la vestimenta, la educación, etc.

Según la OIT, un niño que es empleado y no asiste a la escuela, en adelante, estará destinado a ganar 20% menos del salario básico de su país.

El 34% de los niños trabajadores clasificados bajo condiciones de pobreza extrema no supera los 19 dólares como ganancia mensual.

En América Latina el panorama frente a este problema se ha comportado de forma dispar: el 28% del trabajo infantil ha disminuido entre 2008 y 2012. (I)