El personaje
El trabajo de lustrador le da compañía y buenas conversaciones
La mirada perdida de don ‘gato’ desaparece cuando algún cliente llega. Sentado frente a los zapatos de quien busca sus servicios, no duda en iniciar una buena conversación. Dice que hablar con sus clientes le ayuda a aplacar su soledad.
Desde hace dos décadas, Cléver Reyes (51 años) lustra zapatos en la Plaza Grande, centro de Quito. El puesto, bajo el Palacio Arzobispal, lo heredó de su padre, quien tuvo ese trabajo por más de 40 años.
El quiteño de ojos verdes aprendió el oficio a los 10 años. A esa edad ya caminaba por las calles del centro buscando algún cliente. Dice con tristeza que hace 12 años falleció su padre y hace dos su madre.
Su soledad le ha llevado a refugiarse en el licor, que en varias ocasiones le ha causado problemas.
No tiene hijos ni esposa; vive con su hermano y sobrino. “El que más tiene debe darle al que menos tiene”; este era el consejo más común de su madre. La extraña, pues vivía con ella.
En su trabajo se entretiene, conoce a gente o se encuentra con amigos. Mirar al Presidente de Ecuador o algún político es común en su día a día. Aunque las protestas también lo son. En varias ocasiones ha tenido que guardar al apuro sus cosas y correr a un lugar seguro.
“Uno tiene que estar clavado aquí, bien sentado, porque si me ven parado, los clientes creen que uno no quiere trabajar”.
Reyes está en su puesto desde las 08:15 hasta las 18:00 de lunes a sábado. El costo del lustrado depende del material del zapato: de cuero cuesta $ 0,50 y de gamuza $1,50. Además depende del tamaño del calzado. (I)