El personaje
Shally le saca el jugo en las calles a la vida y a los cocos
La última vez que Shally Dell, una mujer corpulenta de tez oscura, vio a sus hijos fue hace 3 años cuando dejó Haití. No fue fácil separarse de ellos; pero no tenía el dinero suficiente para traerlos a Ecuador.
Vino con su esposo y se quedaron con su hermana y su cuñado que ahora los cuidan en Puerto Príncipe.
Aunque quiso traerlos a la capital, no pudo reunir el dinero suficiente para pagar el vuelo a Ecuador, el país que acoge hoy en día a más 2 mil haitianos.
Ella, al igual que otros de sus compatriotas, dejó el país caribeño por la catástrofe económica que enfrentaron después del terremoto de 2010 que los golpeó.
La situación económica en esa nación fue siempre precaria; pero a ello se sumó que se quedaron sin hogar y tuvieron que pedir posada en casa de su hermana que, milagrosamente, se mantuvo firme después de la fuerte sacudida.
Después de más de 6 años de estar sin trabajo, decidieron venir al Ecuador, un país que no les exige visa y que siempre supo acogerles
Llegó a Quito con su esposo con apenas una maleta y muchas ganas de seguir adelante.
Su esposo es un hombre alto de pelo cano que a los 4 meses de llegar a Quito consiguió un trabajo como obrero de la construcción. Ella se ocupó en un hotel para hacer la limpieza por medio tiempo.
En la tarde vende jugo de coco y tamarindo en un cochecito de madera que transporta por la calle Imbabura en el Centro Histórico de la ciudad.
Por cada vaso cobra $ 0,50, lo que le permite ganarse la vida. (I)