El personaje
El choclo mote con la fritada se venden en un santiamén
A Yolanda Tixalema no se le adormecen las manos después de mover por más de una hora una paila repleta. La fritada está en su punto y los comensales se amontonan a su alrededor.
En las avenidas Amazonas y República, donde está ubicado su local, hay una congestión vehicular inusual. El ruido de los pitos de los automóviles es ensordecedor.
Falta solo una hora para el almuerzo y las primeras raciones de fritada con choclo mote comienzan a despacharse.
Yolanda lleva el pelo recogido con una malla negra y un delantal oscuro que le llega hasta las rodillas. Comenta que su hermana está atrasada. Sin su ayuda, el trabajo se torna más pesado. Yolanda se estresa. Mira el reloj.
Está despierta desde las 05:00. A esa hora se levanta para cocinar. Vive en el sur de Quito y se traslada todos los días hacia su local ubicado en la avenida Amazonas en su propio vehículo: un Aveo gris que compró con el dinero ganado por la venta de las porciones que vende.
Sus clientes son ejecutivos, transeúntes y propietarios de locales comerciales que acuden hasta su local para comprar una porción de fritada. “Sírvase con ajicito” sugiere ella. Yolanda cierra su negocio después de las 16:00. A esa hora las bandejas repletas, en la mañana, ya están vacías.
Pocas veces se lleva la comida a la casa. “Todo se acaba en un solo día”, comenta.
En las escasas ocasiones en que la fritada y el choclo mote no se venden durante el día, lo regala a personas que deambulan por la calle pidiendo limosna o a las vecinas que le ayudan con la preparación. (I)