A la memoria de un historiador
No fue por la covid-19, fue un cáncer al páncreas lo que terminó con la vida de uno de los más entendidos en Historia, Jorge Núñez Sánchez, hombre de letra exacta para transmitir las ideas y maestro de dato preciso para describir tal o cual hecho histórico del Ecuador y de América Latina.
Jorge Nu acaba de partir al Oriente Eterno, cumpliendo con un intenso trabajo de investigador y difusor de la historia y de la cultura de nuestra nación. En números fríos, posiblemente se acerque al centenar de libros y capítulos de libros que fueron escritos y publicados, con el único afán de hacer de la historia nacional un culto y reconocimiento a lo que fuimos como país, como patria. Este fue su papel como un verdadero historiador, a lo que se suma su otra virtud de periodista y sus cientos de artículos publicados en varios medios de comunicación impresa.
A quienes apreciamos y valoramos su amistad: desde su tierra natal La Magdalena, provincia de Bolívar, hasta los más recónditos espacios del conocimiento dispersos en el bullido panorama de la capital, sabemos que se va un personaje de las letras, un personaje de la Historia, un personaje de la patria. Pues era un viajero incansable, porque sabía que en aquellos caminos algo del pasado se rescataba, algo de conocimiento se sembraba, algo de identidad brillaba.
Ese era Jorge Nu. El hombre, el historiador, el soñador, por quien la pandemia no dejó estar a su lado, cuando su voz se estaba diluyendo en sus últimos días.
Sus estudios en Ecuador, México y España, le convirtieron en el maestro ideal de varios centros de educación superior y conferencista de talante nacional e internacional. En cuanto a su gestión cultural, fue director de la Academia Nacional de Historia por dos períodos y miembro de varias academias de Historia de Iberoamérica.
Sin caer en la reiteración, vale la pena recordar que su oficio de historiador ocupó gran parte de sus noches y madrugadas, por eso es que no fue un simple historiador, ya que sus líneas de investigación acumularon sus conocimientos en historia militar, historia de la música, historia de la educación, historia política; en fin, su cabeza, de cabellera ausente, guardaba tal información, que cualquier tema era alimentado con más ideas y sabidurías de lo que se esperaba, sin que falte la broma oportuna y discreta, porque para hablar con Jorge Nu había que investigar, escribir, publicar y también reír.
A la muerte de un historiador, sus libros tendrán más visitas, sus ideas brillarán con nuevas luces y su recuerdo caminará por todas las fronteras. A la Muerte de Jorge Nu, la Historia del Ecuador seguirá viva, como vivo estará su recuerdo. (O)