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El Telégrafo
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El ghosting ¿una manera cobarde de finalizar la relación?

Las víctimas del ghosting suelen sentirse culpables cuando su pareja desaparece.
Las víctimas del ghosting suelen sentirse culpables cuando su pareja desaparece.
22 de noviembre de 2015 - 00:00

Nunca fue sencillo poner punto final a una relación afectiva. Mientras algunos se preparan para dar la estocada final y programan el último encuentro, otros solo se esfuman.

“Me acuerdo que antes, cuando era joven, te decían tenemos que hablar o tengo algo importante que decirte. Esa sola frase ya quería decir que tu pareja quería terminarte o algo así”, comenta Lorena García, una madre de familia que considera que hoy existen otras tácticas para decirle adiós a la pareja, quizá más dolorosas.

Una de ellas es el ghosting, un término que describe el final de una relación romántica, en la cual se ignora, por completo, cualquier intento de reconciliación.

Lorena ha constatado la popularidad del método con sus hijos, aún adolescentes, y su entorno de amigos. Aunque se los ha reprochado, para ellos es un actitud ‘normal’ e incluso mejor, porque, según argumentan, las palabras hieren más que el silencio. “Me dicen que abandonar la escena es mejor que ser parte de ella”.

Aunque muchos defienden el método, los psicólogos coinciden al señalar que el ghosting puede considerarse una manera cobarde de finalizar una relación. Quienes lo aplican no contestan más el teléfono ni los mensajes y bloquean al otro en las redes sociales. En casos extremos, también lo eliminan como contacto telefónico y se distancian de los amigos en común.

Para el ecuatoriano Esteban Rodríguez, psicólogo clínico, esta forma de terminar una relación puede calificarse como una falta de consideración hacia el otro, porque el desaparecer de la vida de alguien sin encarar la situación, por más compleja que sea, puede provocar crisis emocionales en la persona afectada.

El especialista considera que así como existe terapia para reconciliarse y tener una mejor vida de pareja, también hay terapia para sobrellevar una separación y que esta sea menos traumática. “No es aconsejable tomar a la ligera las relaciones afectivas”.

Según, afirma, las relaciones se empiezan y se terminan, pero no se dejan a medias. Los psicólogos coinciden al afirmar que desaparecer es considerado una “no relación”, porque es querer negar al otro e ignorar que mantuvieron una relación.

Cuando el otro guarda silencio y desaparece está enviando un mensaje claro que puede resumirse en una frase: “no quiero verte”, dice la psicóloga Paula Vernimmen, quien considera que aunque el mensaje parece evidente, muchas personas se niegan a aceptarlo e intentan encontrar a la expareja para pedirle explicaciones.

Según Vernimmen, hay personas que asumen con mayor facilidad la ruptura, aunque no haya existido una conversación de por medio, pero otras buscan e incluso ruegan. “Lo mejor es conformarse y empezar de cero, porque de lo contrario las personas se lastiman más”. Cuando estas rupturas repentinas se producen, Vernimmen ha constatado que las personas afectadas suelen autoculparse, al decir que quizá no cumplieron con las expectativas del otro, o que quizás hicieron ‘algo’ que ofendió a su novio o novia y por eso desapareció, sin dar ninguna explicación.

“Hay muchas personas que prefieren desaparecer, porque tienen miedo de enfrentar la situación. Les da pavor. Son más las personas jóvenes las que aplican el método ghosting, como una forma de evasión”.

Susana V., empleada privada, cuenta que ella fue víctima del ghosting cuando estaba finalizando la universidad. De un día a otro, su pareja dejó de llamarla y contestar sus mensajes. Incluso la eliminó del Facebook. Este último hecho, confirmó sus dudas acerca de su relación. “Lo del Facebook fue lo más tenaz, porque recién allí me di cuenta de que quería borrarme del mapa”. Según ella, el esfumarse sin dar la cara, es un acto egoísta y propio de personas inmaduras.

“Antes te tomabas un café e incluso podías llorar mientras el susodicho terminaba la relación. Hoy ya ni eso”.

Lo presencial, dice, daba la posibilidad, aunque sea remota, de alguna reconciliación.

Un artículo publicado en el diario argentino La Nación, señala que lo presencial fue sustituido por el teléfono. “Le llorabas a la pareja por allí y después lo torturabas marcando su número más de cien veces y cortando, solo para volver a escuchar su voz”.

Lorena García cree que lo bueno del teléfono fijo era que pocas familias tenían identificador de llamadas y era posible marcar el número telefónico del exnovio sin que pudieran identificarte.

Ella recuerda que en su época de estudiante universitaria, era bastante común ver a las parejas reunidas en los cafés o bares conversando y “derramando algunas lágrimas”, cuando la relación había llegado a su fin. “Ahora es más simple, sí, pero también más brutal”, comenta.

Vernimmen está convencida de que cuando una relación llegó a su fin, ambos salen lastimados, porque quien decide terminarla sabe que causará un daño.

Además, la persona que deja a otra tiene miedo a sentirse culpable. Hay casos en los cuales las personas mantienen relaciones de años sin realmente estar enamoradas. Aunque sepan que su relación no funciona, siguen por comodidad o por temor a la inestabilidad, pero lo mejor es darla por zanjada y comunicárselo al otro, recomienda Vernimenn.

Quienes evaden el diálogo frontal y desaparecen, por lo general, no dejan pistas, precisamente para evitar un posible reencuentro.

Víctor Hernández, quien sufrió un desengaño amoroso al confirmar que su pareja lo dejó sin ofrecerle una explicación, cuenta: “Traté varias veces de recordar las últimas conversaciones que tuvimos para saber si dije alguna palabra que la motivó a desaparecer.

También pensé en la posibilidad de si aquella persona estaba interesada en otra y tenía pena de contármelo”. Vernimenn sostiene que hay que tener la madurez suficiente para saludar si se llega y despedirse cuando la persona se va. “Hay que despedirse”. (ARB)

Especialista

“La persona queda en el aire cuando no hay un cierre adecuado”

Quienes sufren este tipo de rupturas, inesperadas e inexplicable, asumen un duelo.

Sabemos que existen varias etapas en el duelo, como la negación, la ira, la depresión y finalmente la aceptación. Cuando no existe un cierre adecuado de la relación, las personas suelen quedar como en el aire.

Además, el dolor causado por una ruptura es parte inherente de la vida y es necesario asumirlo. Al tomar la decisión de desaparecer de la vida del otro, es fundamental detenerse a pensar en el dolor y la angustia que le provocaremos. No es posible ser tan egoístas.

Lucía Noboa, psicóloga y especialista en terapia de parejas

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