Rogelio Guerra y María Rubio fueron marcados por sus icónicos personajes
El mayor negocio de la cadena mexicana Televisa ha sido y sigue siendo las telenovelas, una actividad que mueve millones en el mundo. Solo en 2015, Univisión canceló $ 300 millones a Televisa por regalías de sus telenovelas que se transmitieron en Estados Unidos.
El primer éxito de la cadena fundada por Emilio Azcárraga fue Los ricos también lloran, considerado el mejor melodrama de la historia del país centroamericano. Estuvo protagonizado por Verónica Castro y Rogelio Guerra, quien murió el pasado miércoles por las complicaciones que le dejó un derrame cerebral que sufrió en 2015.
Guerra, nacido en Aguascalientes, en octubre de 1936, fue el primer galán de una teleserie. Su cabello blanco y su voz gruesa eran suficientes para enamorar a las amas de casa y jovencitas que seguían tarde a tarde la historia escrita por la cubana Inés Rodena.
Esta telenovela se tradujo a 30 idiomas en 100 países. El éxito era tal que más de 200 millones de personas vieron su capítulo final. Algo casi imposible de lograr en estos tiempos donde existen historias no tan rosas que se proyectan no solo en televisión, sino también en plataformas de streaming como Netflix.
Guerra puso a Televisa en la cúspide de los melodramas al lado de Verónica Castro, actriz que por años ha estado vetada del canal que la vio nacer como artista, como madre y que le dio también muchas satisfacciones comerciales a la empresa.
Guerra inició en la actuación a inicios de la década del 60 tras trabajar como botones en el hotel Continental de la ciudad de México.
Tras participar en 6 obras teatrales prestó su voz a varios western de Hollywood. Ernesto Alonso le dio la oportunidad de entrar a las telenovelas con la adapción de Cumbres Borrascosas, en 1964, seguido de Amor y Orgullo, Ha llegado una intrusa, La Venganza y Doménica Montero, su primer protagónico junto a Irán Eory (+).
El éxito de esta historia le valió el protagónico en Los ricos también lloran, de Valentín Pimstein, y bajo la dirección de Rafael Banquells.
Luis Alberto Salvatierra fue el personaje que llevó a la fama a Guerra y con el que se alzó como el galán de galanes. Era rivalizado con el venezolano José Bardina, ampliamente conocido en Sudamérica.
La fama de Guerra (al igual que la de Verónica) fue tal que tenía que salir disfrazado del canal para que no lo reconocieran. Sin embargo, su personaje le cobró factura a lo largo de su carrera que le fue casi imposible salirse del personaje de Salvatierra.
Casi lo logra en 1985 cuando estelarizó Vivir un poco, junto a Angélica Aragón, otro de los títulos más recordados por los amantes de las telenovelas. Pero en las entrevistas que daba hasta sus últimos días los periodistas le seguían hablando de su personaje en Los ricos también lloran.
Después de grabar el melodrama Vivir un poco no volvió a ser protagonista de telenovelas, pese a que en las once historias siguientes en las que actuó realizó papeles importantes.
La villana
La misma suerte corrió María Rubio en 1986 cuando estelarizó la teleserie Cuna de lobos, escrita y dirigida por Carlos Olmos, en la que personificó a Catalina Creel, la famosa villana del parche en el ojo que es considerada la antagonista más perversa de la televisión.
Rubio murió la mañana del jueves a los 83 años. Antes de ponerse el parche, su actuación fue laureada en títulos como Doña Macabra, El derecho de nacer, Muchacha italiana viene a casarse, entre otras. Catalina Creel fue el primer protagónico de una villana en una historia y sus maldades eran vistas por grandes y chicos.
La prensa rosa le daba planas enteras de sus fechorías y cuando fue el final, el país entero se paralizó al punto de que los centros comerciales cerraron sus puertas para que el público vea en sus casas el desenlace.
De hecho, tras el final un partido político le pidió que se lanzara para presidenta de México. “Dejé de ser María Rubio cuando me vestí de Catalina Creel”, dijo en una de sus últimas apariciones públicas el año pasado.
“No podía salir a la calle porque algunos fanáticos intentaban pegarme y los que no, me insultaban. Tuve que salir del país porque estaba asustada”, señaló en 1996, once años después que regresó a la televisión para olvidar aquellos episodios.
Contó, además, que en la Aduana del aeropuerto la detuvieron y los policías de Migración solo querían saber en qué terminaba la historia. “Salí del país un día antes de que transmitan el último episodio y me detuvieron solo para que les explicara cómo Catalina iba a pagar sus culpas. Les dije una mentira por supuesto”.
Imperio de cristal marcó su regreso a las telenovelas, pero el público seguía viendo en ella a Catalina Creel, hundiéndola en una constante depresión que la hizo refugiarse en el alcohol.
Siguió trabajando como villana en varias historias que -dicho por ella misma- no la satisfacían. Estuvo en Amor gitano, Laberintos de pasión, Amada enemiga, No tengo madre y Una familia con suerte, en esta última reapareció como una bondadosa mujer, personaje que estuvo sujeto de críticas.
“El fantasma de Catalina me sigue persiguiendo”, expresó en el programa Hoy, en 2011, cuando se retiró de la TV. (I)