La familia de Cabral cede ante el pedido de la gente
Hubo un cambio de planes en la agenda fúnebre que la familia de Facundo Cabral tenía prevista. El clamor de sus seguidores y colegas músicos pudo más que la voluntad del contador de historias argentino, que fue asesinado la madrugada del pasado pasado cuando se dirigía al aeropuerto en Guatemala, país en el que horas antes había cantado.
Según Silvia Pouse, la viuda del cantautor nacido en Balcarce hace 74 años, él no quería que velarán sus restos, sino que se los incinerara de inmediato. Pouse y el resto de familiares accedieron al pedido de la gente y decidieron trasladar el cuerpo de Cabral al teatro Atenea, de Buenos Aires, en el que solía cantar.
Los restos del autor de “No soy de aquí”, “Vuele alto”, “Alicia y las palomas”, “Este es un nuevo día” y otras, llegaron ayer al sector militar del aeropuerto Jorge Newbery, de Buenos Aires, en un avión de la Fuerza Aérea de México.
El féretro gris, que venía adentro de una rústica caja de madera, fue recibido por su viuda, familiares y allegados, a quienes acompañaron el canciller Héctor Timerman y el secretario de Cultura, Jorge Coscia, entre otras autoridades argentinas.
A bordo del avión militar fletado por el Gobierno mexicano viajaron el ministro de Cultura de Guatemala, Héctor Escobedo, y el embajador argentino en ese país, Ernesto López, quien hizo las gestiones para repatriar el cadáver del artista.
Mientras el cuerpo de Cabral llegaba a su país natal, en Guatemala las autoridades anunciaban la detención de dos presuntos involucrados en el asesinato del poeta argentino.
Diego Álvarez, portavoz de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, organismo que trabaja en las investigaciones del homicidio, reveló que los sospechosos están indentificados como Wilfredo Allan Stockes Arnold y Elkin Enrique Vargas Hernández.
Según las investigaciones preliminares, Vargas Hernández fue intermediario para conseguir sicarios con el fin de atentar contra el acompañante de Cabral al momento de su muerte, y Stocke Arnold al parecer estuvo en el lugar de los hechos.
Según el presidente de Guatemala, Álvaro Colom, el ataque al vehículo en el que viajaba Cabral era dirigido para Henry Fariña, el empresario nigaragüense que viajaba junto con el artista.
Fariña, quien además de dirigir una promotora de espectáculos es propietario de una cadena de clubes nocturnos con presencia en toda Centroamérica, resultó gravemente herido en la balacera.
Colom encomendó a Escobedo, ministro de Cultura guatemalteco, que entregase un mensaje para la jefa del Estado argentino, Cristina Fernández, en el que ratifica el compromiso que ahora tiene su país de esclarecer el tiroteo en el que murió Cabral, según fuentes diplomáticas.
Fernández decretó ayer tres días de duelo nacional. Ahí, las banderas argentinas en edificios públicos permanecerán izadas a media asta en homenaje a Cabral, que según el texto del decreto lo describió como un hombre que “consagró su vida al canto, transmitiendo con sus letras el espíritu de paz inspirado en las enseñanzas de Jesús, Ghandi y la Madre Teresa de Calcuta”.
El jefe del Gabinete argentino, Aníbal Fernández, será el encargado de transmitir el pésame del Gobierno a los familiares de Cabral.
Desde que los restos del cantautor llegaron a Buenos Aires se formaron largas filas de personas para ingresar al pequeño Teatro ND Ateneo.
“Es nuestro ídolo, hemos viajado hasta diez horas en auto para ir a verlo a Quito, Cuenca o donde tocara. Ahora, pensábamos aprovechar nuestra visita a Argentina para verlo actuar, pero nos encontramos con su muerte. Facundo representaba la libertad, la irreverencia y la poesía”, aseguró el ecuatoriano Celio Rosario, mientras esperaba para ingresar al velatorio.
Cabral no solo recibió el adiós de sus seguidores argentinos, pues además de Rosario hubo otros extranjeros que aprovecharon su visita al país por la Copa América para acudir al velatorio del artista fallecido. Entre ellos los venezolanos Víctor Asalón y Gregorio Prieto.
Tras el velatorio, los restos mortales de Cabral serán llevados al cementerio porteño de Chacarita para que sean incinerados, como era la voluntad del artista.