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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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La boda del príncipe Enrique y Meghan Markle hechiza las calles de Windsor

El duque Enrique de Sussex y su esposa la duquesa Meghan de Sussex saludan al público en la carroza real tras la ceremonia de su boda en la capilla de San Jorge.
El duque Enrique de Sussex y su esposa la duquesa Meghan de Sussex saludan al público en la carroza real tras la ceremonia de su boda en la capilla de San Jorge.
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El príncipe Enrique y la estadounidense Meghan Markle abandonaron la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, como duques de Sussex tras contraer matrimonio este sábado 19 de mayo. 

Los novios, cuyas manos permanecieron enlazadas durante gran parte de la ceremonia, pronunciaron sus votos matrimoniales ante el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, líder espiritual de la Iglesia anglicana.

Cuando Enrique dijo "I will" (Lo haré), se oyó un rugido de emoción en el exterior del castillo que llegó hasta la iglesia, provocando risas de los asistentes.

A la salida del templo se escucharon los vítores de la multitud y se besaron ante los gritos de los allí congregados, antes de bajar por la escalinata.

La reina Isabel II concedió la mañana de este sábado el título de duque de Sussex a su nieto y, en consecuencia, Markle se ha convertido a su vez en duquesa al casarse con el príncipe Enrique, así como en "su alteza real".

La boda real hechizó este sábado las calles de la localidad inglesa de Windsor, que lució multitud de banderas británicas para celebrar una de las bodas más importantes del año.

Para tal ocasión, el pueblo, de 30.000 habitantes, no perdió la oportunidad de exhibir sus mejores galas y coloreó sus paisajes con miles de personas que siguieron de primera mano todo el espectáculo que rodeó a la ceremonia.

En los alrededores del castillo, el lugar de descanso favorito de la reina Isabel II de Inglaterra, abuela del novio, cerca de 120.000 personas se dieron cita desde antes incluso de que saliera el sol, con la intención de no perderse ni un solo detalle y poder grabar en sus memorias la señalada fecha del calendario real británico.

Una mujer disfrazada del príncipe Carlos de Gales dijo, emulando al heredero y en tono de broma, que espera con muchas ganas "acompañar" a su nuera al altar.

En los últimos días, el padre de Meghan, Thomas Markle, declinó llevar a la novia por motivos de salud, por lo que finalmente fue el príncipe Carlos, su suegro, quien cumplió con esta misión.

Su ausencia fue compensada por los miles de estadounidenses que viajaron a Inglaterra para vivir el evento, como Rachel Johnson, llegada desde California hace dos días solo para ver la boda.

Pero Enrique y Meghan no son los únicos que pasean su amor este sábado por la villa de Windsor y es que David y Lindsay, una pareja de recién casados, decidieron disfrutar su luna de miel en la localidad inglesa durante la celebración de la boda.

"Es una manera diferente de vivir estos eventos. Hemos venido a las 2 de la mañana para coger sitio, aunque tenemos alquilada una habitación de hotel enfrente del castillo. Ellos son increíbles, Enrique es divertidísimo y ella es muy dulce, parecen una pareja perfecta, aunque aún no los conocemos", dijo entre risas Lindsay.

Estar acampado a las 2 de la mañana no es nada en comparación a aquellos que han pasado días bajo el frío y la noche estrellada de este pueblo a las afueras de Londres, en el condado de Berkshire.

Es el caso de Marisa Arroyo, nacida en Colombia y, por trabajo, a caballo entre Londres y su país natal, quien lleva dos noches en el sendero que lleva hasta el castillo y por el que paseó el desfile final de la jornada.

La ceremonia concluyó con el "God Save the Queen", el "Dios salve a la reina", el himno británico que la novia estadounidense cantó, como hicieron las miles y miles de personas congregadas en las calles.

Markle hizo un visible gesto de alivio cuando la carroza llegaba a su destino, el castillo de Windsor, donde lejos de los ojos de los medios y de la gente se celebrará un almuerzo ofrecido por la reina Isabel II.

Por la noche, en la mansión Frogmore, el padre del novio, el príncipe Carlos de Gales, ofrecerá una fiesta a la que asistirán unas 200 personas.

La novia lucía un sencillo y elegante vestido blanco de seda diseñado por la británica Clare Waight Keller para Givenchy, con escote de barco, manga francesa y un velo de cinco metros bordado y sujeto con una tiara de diamantes prestada por la soberana.

Enrique de Inglaterra vestía uniforme de gala militar de su regimiento de caballería, el Blues and Royals, y llegó a pie a la iglesia acompañado de su hermano Guillermo, su padrino de boda. 

Los recién casados vivirán en unas dependencias del palacio de Kensington tras concluir su luna de miel, cuyo destino permanece en secreto, aunque se rumorea con Namibia y Botsuana como los elegidos. (E)

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