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Realidad virtual apoya terapia para adicciones

En el Centro Psicológico de Corrección de Qingdong los internos se someten a terapias que, desde el primer momento, contienen elementos tecnológicos.
En el Centro Psicológico de Corrección de Qingdong los internos se someten a terapias que, desde el primer momento, contienen elementos tecnológicos.
Foto: EFE
28 de septiembre de 2019 - 00:00 -

Cascos que calculan el daño cerebral causado por las drogas, gafas de realidad virtual que simulan el consumo o sensores que miden la reacción de la piel son algunas de las tecnologías que China está implementando para luchar contra las drogas con el que quiere ser “el sistema más perfecto del mundo”.

“China tiene el mejor sistema antidrogas del mundo y en este centro ponemos en práctica uno de los mejores tratamientos del país”, cuenta Chao Hui Lv, director del centro de rehabilitación del distrito de Qingdong en Shanghái ubicado a las afueras de la ciudad, en plena naturaleza y alejado del barullo. Las autoridades de este centro aseguran que es uno de los más novedosos de China gracias al uso de nuevas tecnologías como la realidad virtual, para el diagnóstico de las adicciones y su tratamiento.

Todo ello gracias a su Centro Psicológico de Corrección, donde los internos se someten a terapias que desde el primer momento contienen elementos tecnológicos.

“En un primer paso, se les hace un test con gafas de realidad virtual para saber si son adictos. Se les proyecta una situación real de consumo y se miden con diversos sensores indicadores como el movimiento de los ojos y la piel, la sudoración o el pulso”, explica Chao Gu, subdirector del centro. Con ello, añade, se comparan las medidas obtenidas con las de la persona relajada y “se puede saber si una persona es adicta a las drogas y su grado de adicción, así como los avances en su recuperación”.

Tratamientos a medida
En el centro de Qingdong residen unos 1.000 internos que siguen tratamientos de desintoxicación a medida, dependiendo de su grado de adicción y que en función de eso permanecen en el lugar entre seis meses y dos años.

Aunque para las autoridades no son considerados presos, aseguran, por ejemplo, que duermen en habitaciones compartidas sin llave, los altos muros exteriores y las medidas de seguridad para acceder al centro son similares a las de una prisión y los internos están, en su mayoría, por orden judicial. Y es que en China el consumo de drogas es ilegal y está penado con graves penas que casi siempre incluyen el ingreso en prisión o en uno de estos centros de desintoxicación.

Según datos del Ministerio de Seguridad Nacional correspondientes a 2018, en el país hay un estimado de 2,44 millones de consumidores de drogas y en el año 2018 unos 717.000 fueron sancionados.

Cerca de 100.000 cometieron  delitos de tráfico, una infracción que puede estar penada incluso con la muerte.

En este centro, explica el director Chao, lo principal no es que los internos cumplan un castigo sino “que reciban el tratamiento, que tengan un ambiente sano para que puedan tratarse y más adelante logren reinsertarse en la sociedad”, algo que sin embargo solo se consigue con éxito aproximadamente en la mitad de los casos.

Gafas y sensores
Vestidos con trajes cortos verdes y con la cabeza rapada, cada día los internos realizan sus tratamientos con actividades como la visualización a través de unas gafas de imágenes en las que se insertan “fotos desagradables relacionadas con el uso de las drogas, sin avisar”, cuenta Chao, algo que les hace “asociar imágenes desagradables con la toma de alucinógenos”.

En otra de las habitaciones del centro, otro de los internos lleva puesto un casco con sensores que actúa para medir y recuperar el posible daño cerebral tras un prolongado uso de las drogas.

“Después del uso prolongado de estupefacientes los nervios del cerebro se adormecen y esto se usa para refrescar la mente”, cuenta el subdirector. Sobre el perfil de los internos, explica, es diverso.

“Es muy complicado establecer un perfil porque hay gente de todos los estratos, de todas las edades, de todas las profesiones”, dice Chao.

La parte más importante del tratamiento es la última, “la teoría humanística”, donde se los prepara “para recuperar la confianza y volver a la sociedad”. “Se los ayuda a recuperar la relación con sus familias, a conseguir un trabajo y una vez que están fuera se les hace un seguimiento”. (I) 

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