Pesquet: "La basura espacial acaba desintegrada"
La Estación Espacial Internacional (EEI) recibe inquilinos desde el 2000. Y el astronauta francés Thomas Pesquet fue uno de ellos. Como representante de la Agencia Espacial Europea (ESA) subió en la Expedición 5.
Lo hizo entre noviembre de 2016 y junio de 2017, junto con sus compañeros Peggy Whitson (NASA, EE.UU.) y Oleg Novitskiy (RSA, Rusia).
De esa experiencia, un aforo a rebosar del teatro Instituto Francés de Madrid fue testigo a inicios de semana.
Habló de cómo afectó a su cuerpo la estancia en gravedad cero a la forma en la que los habitantes de la EEI tiran la basura o plantan lechugas en el espacio, según una publicación del diario ABC.
Como en todas las misiones, el día a día de la EEI transcurre entre investigaciones científicas lejos del influjo gravitatorio; entrenamiento físico para evitar en la medida de lo posible pérdida de masa muscular y ósea; salidas extravehiculares en las que principalmente se reparan o se cambian equipos; y exploración espacial.
“Cuando llegas, tienes que aprender de nuevo a hacer cosas cotidianas que sabes hacer en la Tierra, pero no en el espacio: comer, beber, lavarte, dormir... hay que desaprender todo y empezar de cero”.
El astronauta, quien nació en Francia en 1978, y domina el inglés, alemán, ruso y español además de su lengua nativa, afirma que la basura espacial acaba desintegrada por la fricción con la atmósfera terrestre.
Resalta que la comida “es lo peor del viaje”, aunque reciben fruta fresca cada mes y medio llegada en cohetes. En ese hábitat consiguen que las lechugas crezcan en una especie de armarios futuristas en una experiencia a caballo entre la experimentación científica espacial y un restaurante de la Tierra.
Salidas esporádicas
Pesquet dice que las salidas al espacio no ocurren todos los días, pero que son habituales. “En todo momento estamos enganchados por una cuerda de seguridad, como los escaladores, y siempre tenemos que estar atentos de que no se hagan nudos”.
Explica que las actividades en el espacio se plantean con tres semanas de antelación.
“Se pierden las referencias de arriba y abajo, porque estamos moviéndonos todo el rato. Para que tengan una idea: el recorrido de Nueva York a París se hace en unos 10 minutos desde nuestra perspectiva: miras por la ventana y estás en América”.
Sigue: “Te vas a hacer un café y, a la vuelta, ya estás en Europa”. La EEI completa una vuelta a la Tierra aproximadamente cada hora y media.
¿Qué ocurre si alguno de ellos tiene una emergencia médica? “Nos hemos preparado durante siete años para hacer frente a cualquier contratiempo que pueda surgir, y más allá de los conocimientos científicos y técnicos, hemos realizado cursos de supervivencia, preparación física o primeros auxilios, y sabemos cómo hacer suturas o sacar muelas”, detalla Pesquet.
Pero ¿y en el caso de que todo falle? “Si todo sale mal, siempre podemos volver en 24 horas”. Como precaución, una nave Soyuz siempre se encuentra acoplada en la ISS por si hay algún tipo de emergencia que obliga a la evacuación.
A la Tierra
“Vuelves mal, hecho polvo, con ganas de vomitar, mareado... Estar en el espacio seis meses equivale a envejecer diez años en la Tierra”, asevera el astronauta.
Explica que en la actualidad se realizan experimentos para, en el mismo momento en el que los recién salidos de la ISS aterrizan, someterles a pruebas físicas para ver hasta dónde llegan los límites de su cuerpo y probar si, efectivamente, el viaje a Marte podría ser humanamente viable.
Adultos y niños le preguntan todo tipo de cuestiones al actual “influencer espacial” de moda, quien ha acercado el cosmos a un público acostumbrado a vivir a través de una pantalla. (I)