El proyecto de “matrimonio para todos” fue adoptado en la Asamblea Nacional después de meses de debates. Al haber sido propuesta en un contexto de liberalización de las costumbres, la ley no fue recibida con alegría por toda la población. Cuando unos aplaudieron, otros criticaron su carácter “absurdo”.

En una entrevista otorgada al diario Le Monde, el magistrado Serge Portelli sostiene que la reforma es “una necesidad política que se inscribe en la evolución normal de una democracia”.

Francia vivió un voto histórico; se tomaron en cuenta los derechos de 100.000 parejas del mismo sexo. Las opiniones sobre la homosexualidad están evolucionando, como lo atestiguan estudios realizados por el instituto de sondeos CSA.

Uno de cada dos simpatizantes de derecha estaba “totalmente opuesto” al matrimonio de las parejas homosexuales en 2004, y ahora son alrededor de un tercio, tendencia también perceptible en los izquierdistas. Los defensores de la ley defienden un punto de vista igualitario. Jeremy, homosexual francés, lo expresa: “La ley pone fin a una discriminación profunda que estaba institucionalizada. Representa un símbolo: en los hechos, la ley solo concierne a algunos millares de homosexuales y a niños que ya son hijos de parejas homosexuales. Lo importante es la libertad de elegir su vida siendo protegido por el Estado. Los homosexuales ahora son ciudadanos ordinarios”.

Por otro lado, los opositores piensan especialmente en los futuros hijos de las parejas, porque detrás del matrimonio se encuentra la adopción. “Hay dos leyes agrupadas. Me parece legítimo que dos personas del mismo sexo que quieren unirse tengan los mismos privilegios que dos personas heterosexuales, cosa no prevista en el PACS (Pacto Civil de Solidaridad). El problema radica más en la adopción, en que se quita al niño el derecho a estar educado por una madre y un padre”, dicen. Se teme, además, la posibilidad de expansión desmesurada de los derechos, como la procreación médicamente asistida y la gestación subrogada. Si el 58% de los franceses están a favor del matrimonio homosexual, una pequeña mayoría se opone a la adopción para las parejas del mismo sexo.  

Por lo tanto, en la práctica, la homoparentalidad existe: alrededor del 10% de las parejas del mismo sexo declara vivir con un niño, de acuerdo con un sondeo del Insee. Sobre todo, lo señala el politólogo Philippe Teillet, los franceses se olvidaron que más se refiere a los homosexuales que adoptarán al hijo de su cónyuge. Empíricamente, no existe un tipo de familia que prevalece sobre los otros en términos de felicidad y equilibrio de los niños. La adopción de la ley cuestiona la legitimidad de la Iglesia que está en decadencia en la sociedad francesa.

Mientras que en los practicantes regulares u ocasionales, la oposición es masiva, las opiniones parecen más moderadas en los otros religiosos. Políticamente, derecha y extrema derecha solieron juntarse, creando una división fuerte con la izquierda y una oportunidad de rehacer sus reputaciones. Los opositores esperan que la ley sea provisional. Pero se estima que, como en los 13 países que ya autorizaron el matrimonio homosexual, no habrá restrospectiva.