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Un ecuatoriano detiene deportaciones en EE.UU.

Un ecuatoriano detiene deportaciones en EE.UU.
14 de enero de 2018 - 00:00 - Gerónimo Altamirano

Parar deportaciones, reencontrar familias, el pago de salarios justos y conseguir documentos de identificación para cientos de migrantes sin papeles en Estados Unidos son algunos de los logros que se le atribuyen al ecuatoriano Jorge Torres, quien desde la Unidad Latina en Acción de Nueva Jersey se ha convertido en la voz de miles de migrantes latinoamericanos que llegan a ese país en busca del llamado sueño americano. Sueño que Jorge hizo realidad tras varios años de librar obstáculos, enfrentar retos, luchar contra las barreras del lenguaje, la falta de acceso al servicio médico y hasta discriminación.

La historia de Jorge se remonta hace 12 años cuando llegó a Connecticut con su familia siendo un adolescente. Lo hizo con visa de turista, pero sus padres resolvieron quedarse en ese país de forma ilegal y arriesgarse a todo lo que conlleva ese estatus migratorio con el afán de mejorar su calidad de vida. “Cuando entré al júnior (equivalente al segundo año de bachillerato en Ecuador) no hablaba inglés y en ese colegio solo había un estudiante hispano y él tampoco me hablaba en español. Todos se burlaban de mí. Fue una etapa muy dura”, recuerda Torres, quien terminó sus estudios secundarios en otra ciudad, en Ansonia.

Ya para entonces su inglés había mejorado notablemente y sus buenas calificaciones lo hicieron merecedor de una beca de estudios universitarios. Sin embargo no pudo acceder a ella por no contar con sus documentos en regla. “Mi condición migratoria impidió que obtuviera los beneficios de la beca. Ese me frustró mucho”.

Ese episodio marcó la vida de Jorge, quien supo en ese instante que cualquier cosa que haga en ese país tiene que ser para ayudar a personas como él y su familia. “Me metí a trabajar en varias cosas; de hecho, tuve dos trabajos. Uno full time (tiempo completo) y otro part time (medio tiempo) para vivir y pagar mis estudios universitarios. La universidad en este país es muy cara. Una materia te cuesta $ 800 mensuales o más, dependiendo la carrera. Yo pude hacerlo poco a poco y porque vivía con mis padres. Eso es una gran ayuda. Muchos migrantes no terminan sus estudios superiores aquí porque sus gastos superan sus ingresos. Yo tuve la suerte de que mis padres estaban acá y la situación interna es como cuando vives en Ecuador”. Fue en ese entonces cuando conoció a la Unidad Latina en Acción Connecticut, a donde se acercaban varios migrantes a buscar algún tipo de ayuda social y legal porque eran víctimas de abusos. “Ahí conocí a varios latinos que sufrían porque sus patrones no les pagaban su jornada laboral completa ni los sobretiempos. Inclusive a algunos no les pagaban ni un dólar. Había otros tipos de abusos, como el que mi familia sufrió por parte de un arrendatario que no quiso devolvernos los $ 1.700 del depósito de una casa en la que vivíamos”.

Jorge se alistó como voluntario de esa organización y desde el primer día realizó una campaña masiva en pro de la comunidad hispana. Ahí se dio cuenta de que la mayoría de indocumentados no tenía una cédula de identidad válida a la hora de solicitar trabajo, comprar medicina u acceder a otros servicios.

Por medio de su gestión logró que el municipio de New Haven, una ciudad con más de 130.000 habitantes y la tercera más poblada del estado de Connecticut, emitiera una cédula oficial que les permita a los migrantes acceder a ciertos servicios. Un hecho inédito en ese país.

“Aquello fue de mucha ayuda porque sirvió para que otros ciudades y estados como Los Ángeles y Nueva York emitieran también su ID y frenar las deportaciones porque, cuando las autoridades te detienen, al presentar este documento te dejan seguir en lo que estabas haciendo. Inclusive esto permitió a víctimas de violencia doméstica llamar a la Policía y recibir ayuda. Imagínate que acuda un agente y te pida una identificación; al no tenerla te deportaban. Se dieron algunos casos en los que los propios esposos hacían llamadas clandestinas a la Policía denunciando a sus esposas para que las deportaran. Con la cédula ya podías comprar medicina. La emisión de esta identificación fue un gran avance”.

Aquel logro llegó en momentos que se hacían varias redadas migratorias en todo el país, por lo que decidió dar un paso más. “Fundé un programa radial AM en Bridgeport CT (capital del estado) con el objetivo de dar a conocer a la comunidad indocumentada sus derechos frente a migración y la Policía. Fue de bastante ayuda para todos”.

Sin embargo, sus estudios universitarios en sociología lo obligaron a migrar hasta Nueva Jersey. Ahí consiguió trabajo en restaurantes y en una factoría de juguetes. “Acá los abusos de la Policía eran tremendos. No se comparaba con la situación que vivíamos en New Haven. No podía quedarme de brazos cruzados y comencé a movilizarme. Hablé con algunos líderes de pequeñas comunidades y fundé la Unidad Latina en Acción NJ”. Su experiencia fue un aporte innegable para los logros de la organización.

Su equipo consiguió que se otorguen licencias de taxis a varias compañías hispanas en Hightstown para que los migrantes puedan trabajar; a través de plantones y marchas recuperaron miles de dólares en salarios que ciertos patrones no habían pagado a sus empleados indocumentados y ayudaron a reunificar familias en coordinación con la Asamblea Popular de Familias Migrantes, en México.

 Máquina de deportación

Pese a los triunfos de su organización, los problemas no pararon. Junto con otras agrupaciones lideró la campaña nacional “Ni una deportación más” y fundó la coalición de organizaciones de Nueva Jersey Ice Free NJ, que tiene como fin exponer los casos de abusos cometidos contra la comunidad migrante.

Recuerda que por primera vez en la historia de esa ciudad, las comunidades celebraron el Día del Trabajo en uno de los bastiones más emblemáticos del Ku Klux Klan (organización que promueve principalmente el racismo y la supremacía de la raza blanca). Fue justo en ese momento cuando su accionar llamó la atención de los medios de comunicación de ese país y su voz y presencia se hicieron cada vez más frecuentes en la prensa, especialmente por los actos de desobediencia civil que su organización lideraba.

“Si bien es cierto que el presidente Barack Obama fue el primer afrodescendiente en asumir ese cargo, también fue el primer presidente de Estados Unidos en deportar a más de 2 millones y medio de personas. Fue una máquina de deportación. Ellos hicieron una campaña que se llamó ‘Comunidad Segura’ en la que advertía a las comunidades a estar protegidas en caso de que exista un migrante dentro de su vecindario. Además, promulgaron leyes racistas, como en Arizona y otras más, en las que le dieron facultad a la Policía para que actuara contra los migrantes. Te podían detener solo por tu apariencia”.

Eso hizo que él junto con los más de cien voluntarios de su organización, la mayoría profesionales y todos víctimas de algún tipo de descriminación, realizaran plantones fuera de los centros de detención, incluso se amarraron entre ellos a pesar de la nevada y las bajas temperaturas.

Otra de las medidas fue lideró fue el proyecto “Undocubus”, que consistió en una caravana compuesta por jóvenes, padres, madres, jornaleros, empleadas domésticas, miembros de la comunidad LGBTI y familias enteras indocumentadas o en proceso de deportación que viajaron por toda la costa este de Estados Unidos realizando actos de desobediencia civil y denunciando los maltratos recibidos.

“Viajamos desde Arizona hasta Carolina a la convención demócrata para que el presidente escuchara que los migrantes no somos delincuentes, que queremos trabajar y que somos personas que contribuyen al progreso y desarrollo de este país; además de que muchos de nosotros lo hacemos siendo indocumentados. No podíamos permitir una deportación más”. Recuerda que ese periplo fue muy doloroso porque en ese viaje pasaron por lugares en donde se dieron cuenta de que existían leyes racistas que no solo afectaban a los latinos sino también a los afroamericanos. “Ellos, asimismo, han tenido su lucha y nosotros hemos compartido experiencias similares. Históricamente han sido víctimas porque a ellos todavía se les negaba acceso a la educación, salud, pagos justos e incluso trabajo, del mismo modo que a los indocumentados”.

Torres manifiesta que desde que Donald Trump asumió la presidencia el racismo se hizo más evidente. “Los racistas se mostraron tal como son con su triunfo. Se sienten amparados por él y su postura migratoria”.

Es por eso que -según dice- su trabajo es interminable porque cada día las minorías son víctimas de cualquier tipo de abusos y desde todos los frentes, incluido el ámbito legal. “Muchos abogados estafan a sus clientes, les piden cuantiosas sumas de dinero y no resuelven nada”.

Trabajo con la comunidad ecuatoriana

Ante esta situación se vio obligado a presentar un proyecto de protección al migrante ecuatoriano en el Consulado de Ecuador, para implementar un plan de contingencia que consiste en tres fases. La primera de ellas es la realización de talleres para que el migrante conozca cuáles son sus derechos, como la parte de prevención y educación. “La idea es que esté informado y transmita esta información a los demás”. La segunda consiste en visitar los centros de detención y asistir a los migrantes en sus audiencias y que sus derechos no sean aún más vulnerados. La tercera etapa consiste en la asistencia legal gratuita a través de una línea telefónica de información. “Aún hay mucho por hacer. No descansaremos hasta que las personas entiendan que la migración es algo que enriquece a un país y contribuye a su desarrollo social, cultural y económico. La migración no debe ser criminalizada”. (I)

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