Tripulantes y personal humanitario del "Aquarius", unidos por los migrantes
Cooperantes de todas las edades y tripulantes con diversos grados de experiencia, desde capitanes hasta grumetes, trabajan al unísono en el Mediterráneo a bordo del "Aquarius", para salvar a migrantes que huyen de Libia.
Desde finales de febrero, el buque fletado por las organizaciones SOS Mediterráneo y Médicos Sin Fronteras (MSF) ha rescatado a más de 1.500 personas, que han sido acogidas luego por Italia.
La otrora nave de la guardia costera alemana, que se convirtió en 2009 en buque para exploraciones científicas, ahora rebosa de chalecos salvavidas, mantas, raciones de emergencia y botellas de agua.
En el puente, los equipos de rescate de SOS Mediterráneo escanean las olas.
Muchos de ellos trabajan en la marina mercante, jóvenes principiantes o viejos lobos de mar, dedican entre 3 a 6 semanas de sus vacaciones a la misión humanitaria.
Un experto en buceo catalán se comprometió a permanecer seis meses después de la experiencia similar vivida frente a la isla griega de Lesbos.
El francés Antoine Laurent, de 25 años, oficial de la marina mercante, con un físico notable, decidió trabajar con "Aquarius" porque "trabajar sólo por interés personal no lo llena de orgullo".
Cuatro de los seis miembros de la tripulación han llegado a bordo con mucha buena voluntad y sólo formación teórica.
Aún no reaccionan automáticamente cuando tienen que rescatar un barco con más de 100 migrantes, algo que no se puede improvisar.
No saben nadar
"La mayoría de ellos no sabe nadar. El mar para ellos es como la lava para nosotros. El que caiga en el agua no sobrevive. Así que todos ellos se encuentran en estado de total pánico, una situación que hay que gestionar", explica Antoine Laurent.
Bajando por unas escaleras estrechas, el equipo de MSF - un médico, una comadrona, dos enfermeras y dos especialistas en logística - se preparan para hacerse cargo de los migrantes durante las horas, pocas o largas, que permanezcan a bordo.
Al contrario de los miembros de SOS Mediterráneo, la mayoría de ellos nunca había subido a un barco, pero todos tienen una larga experiencia de trabajo humanitario en situaciones de crisis: Nepal, Sudán del Sur, enfermos de Ébola.
"Algo bueno"
El hecho de trabajar "en un barco con gente que huye y que ha vivido una verdadera odisea en las puertas de Europa, es realmente único", reconoce Erna Rijnierse, médico holandés.
También es único el compromiso de unos diez miembros de la tripulación: rusos, ucranianos, ghaneses, que suelen sonreír, griegos, con cara de preocupados.
Socorrer a un buque en peligro es una obligación moral y legal en el mar, pero la asistencia a los migrantes no forma parte de la cultura de la marina mercante.
Los gigantes del mar raramente cuentan con el equipo adecuado para intervenir, para ellos se trata más bien de una pérdida de tiempo y de dinero y los marineros además temen contagiarse de las infecciones que afectan a los migrantes.
Ebenezer Tandot, de Ghana, 45 años de edad, es el responsable de manejar el primer bote salvavidas que hay que calar. Ha trabajado mucho en torno a las plataformas del Mar del Norte, donde la hipotermia puede acabar en ocho minutos con el mejor nadador. (I)