La sociedad no admite la opinión de las mujeres en la política
La política es un espacio tradicionalmente machista. La sociedad ecuatoriana no admitía la opinión de las mujeres en asuntos políticos hasta la exigencia de Matilde Hidalgo que se hizo realidad para las ecuatorianas en 1929, por ello hoy podemos elegir y ser elegidas.
Pero no es suficiente ser militantes, ser compañeras, emprender luchas para el ejercicio de nuestros derechos, es preciso liderar, atrevernos a ser candidatas, a dirigir partidos políticos, sin avales masculinos que nos opaquen, y en ese ejercicio debemos enfrentarnos a insultos, descalificaciones, deshonra, valoraciones sobre nuestra integridad sexual e incluso la muerte, hechos que se dan en la propia organización política y desde los adversarios.
En México 17 candidatas fueron asesinadas en el proceso electoral de 2018. ONU Mujeres indica que del estudio realizado en 2016 sobre violencia contra las mujeres en 39 países y 42 parlamentos, reflejó que el 46 % tenía miedo por su seguridad y la de su familia; el 44% recibió amenazas de muerte, violación, palizas o secuestro; y el 25% sufrió violencia física en el Parlamento.
Cifras que muestran una dura realidad, pues la decisión de ser políticas implica graves riesgos, siendo la barrera más fuerte que debemos vencer. En la última elección fue evidente la campaña sucia en redes sociales, enviando a candidatas a la cocina, a ganar elecciones en casa, descalificando su apariencia física, denigrando su origen y el resultado fue el retroceso en la paridad, por ejemplo solo cuatro mujeres fueron electas como prefectas en sus provincias.
Por ello es urgente que en Ecuador existan normas en contra de la violencia política hacia las mujeres. No basta una sanción moral, la ley electoral debe ser más fuerte.
Leonidas Zurita, dirigente boliviana, refiere que “nuestra batalla se libró en las calles, en las cárceles, a base de recibir golpes, nos costó mucha sangre y muchas muertes” y no solo en Bolivia, en el mundo entero por aspirar únicamente a ser iguales y tener los mismos derechos. (O)