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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El uso sin control de los opioides causa el caos

En Vancouver habilitaron cubículos para que los adictos puedan inyectarse los antídotos con mayor seguridad.
En Vancouver habilitaron cubículos para que los adictos puedan inyectarse los antídotos con mayor seguridad.
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La adicción de opioides se convirtió en un problema de salud pública en países como Estados Unidos y Canadá, que registran el mayor consumo mundial según un análisis realizado entre 2013 y 2015 por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE).

En British Columbia y su ciudad más importante, Vancouver, en 2017 más de 1.400 personas murieron por sobredosis de esas sustancias, a menudo adquiridas en el mercado negro, informó esta semana la BBC.

Se estima que en Vancouver al menos una persona muere todos los días por causas relacionadas con el abuso de opioides. La lista de estas sustancias incluye la heroína, la morfina, la codeína -sustancia extraída del opio, menos tóxica que la morfina, que se emplea en medicina como analgésico y narcótico y para calmar la tos y la diarrea- y el fentanilo -sedante-.

Este último es 50 veces más potente que la heroína, es mucho más barato, pero igual de adictivo y letal.

Una nueva estrategia
Sin embargo, en los últimos tiempos las autoridades de Vancouver empezaron a enfocar este problema desde otra perspectiva.

Las autoridades de la ciudad aceptaron que algunos nunca vencerán su adicción y que, por lo tanto, hay que considerar la situación como un problema de salud pública y no de criminalidad.

Para combatirla se basan en dos pilares: El primero es distribuir entre el personal médico, voluntarios e incluso entre los adictos el Narcan, un antídoto para la sobredosis de opioides. Estos afectan  a la parte del cerebro que controla la respiración.

Consumir altas dosis de estas sustancias puede llevar a una desaceleración o incluso a la interrupción de la respiración. La consecuente falta de oxígeno durante un período prolongado puede tener consecuencias letales.

El Narcan revierte los efectos de la sobredosis en pocos minutos de su suministro, y su efecto dura entre 30 y 90 minutos, tiempo necesario para que lleguen los servicios de emergencias.

El segundo pilar de la nueva estrategia es la apertura de sitios con salas acondicionadas para que los adictos se inyecten las sustancias de forma supervisada. El primero fue instituido por una comunidad que vive en el centro de Vancouver.

Al inicio fue una decisión controvertida, pero luego se convirtió en el prototipo del sistema de salud pública.

Los usuarios acuden con las drogas que compran por la calle. Cada uno tiene a disposición un cubículo dotado con una silla.

Llegan, se sientan y se inyectan su dosis. Como hace Jamie, un exmilitar del ejército canadiense que usa esta sala para inyectarse fentanilo y cristal de metanfetamina.

El jefe del Departamento de Salud Mental  del Hospital Militar, Fernando Valarezo, resalta que lo primero que se debe tener en cuenta, al comparar la situación de América del Norte con Ecuador, es que las realidades de los países son distintas.

“Los médicos en Estados Unidos se forman con la teoría de que para manejar dolor, recetan derivados opioides; eso hace que algunos pacientes se enganchen con las sustancias”.

Además, detalla que para combatir el consumo de cocaína se aplica una droga de más bajo nivel. Mientras que en Ecuador los opioides no son las sustancias de mayor dependencia, pero esta crece rápidamente. “Cada día  se eleva el número de adolescentes que usan los derivados opioides”.

No solo se trata de la heroína, que es muy costosa, sino que se suman todos los derivados que se usan a nivel de anestesiología. Se puede decir que hay una ventana entre lo terapéutico y lo adictivo. El neurosiquiatra resalta que eso fue lo que sucedió en el centro que se incendió en el Suburbio de Guayaquil.

Con este punto de vista coincide el médico Alfredo Serrano, quien resalta que el problema es que en el país no hay el control adecuado para drogas adictivas que se comercializan libremente.

Critica también la venta libre de antigripales que no deben comercializarse sin control, pero sin embargo se hace aunque causan dependencia.

Se trata de analgésicos narcóticos que deben ser regulados, porque nos arriesgamos a futuro a tener crisis de salud como en otras naciones.

Fernando Valarezo resalta que los opioides controlados no son de venta libre, sino que se venden con una receta que es emitida por el Ministerio de Salud y que es el respaldo de la farmacia para justificar la entrega de la medicación que causa adicciones.

Los galenos recomiendan no exceder los plazos de los tratamientos para evitar dependencias. (I) 

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