Más de 360 mil personas, la mayoría sirios, han arribado a grecia
Migrantes desaparecen en su éxodo hacia Europa
Su familia no tiene noticias de él desde el 20 de agosto. Mohamed Abu Jaled, un sirio de 64 años, es uno de los numerosos migrantes desaparecidos en el peligroso éxodo hacia Europa occidental.
Con un fino bigote blanco, que contrasta con su tez morena, Mohamed esboza una sonrisa en la foto publicada en una página de Facebook dedicada a la búsqueda de refugiados. “Mohamed Abu Jaled (64 años), Siria. Iba de camino a una isla griega. Último contacto: 20/08/2015”, reza el texto que acompaña la imagen.
Como él, muchos migrantes se vieron separados de sus allegados durante las peligrosas travesías por mar o mientras trataban desesperadamente de subirse a trenes o autobuses durante su viaje a través de los Balcanes occidentales. “Estamos un poco sobrepasados por la situación”, admite Wilhelm Odde, encargado del departamento de desaparecidos de la Cruz Roja Internacional.
Más de 360.000 personas, la mayoría sirios que huían de la guerra civil en su país, desembarcaron desde inicios de año en Grecia, desde donde emprenden un viaje extenuante hasta Hungría, país de tránsito hacia los países ricos de Europa occidental, como Alemania, Austria y Suecia.
La Oficina de Inmigración de Suecia, informó en agosto pasado que unos 1.400 niños refugiados que llegaron al país sin acompañamiento de un familiar han desaparecido. En 2014 llegaron a Suecia 7.000 niños refugiados que viajaban solos procedentes de diferentes países. Está previsto que esta cifra suba a 15.000 en 2015.
El número exacto de desaparecidos es difícil de determinar en cifras globales para las organizaciones humanitarias, confrontadas a la mayor crisis migratoria en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. “Es gente que se desplaza muy rápidamente”, explica Odde. Algunos señalan la desaparición de un allegado en un lugar, del que se van rápidamente. “Es complicado seguir su rastro”, agrega.
Incluso quienes disponen de teléfonos inteligentes o tabletas no pueden ser contactados fácilmente porque muchas veces durante su periplo no encuentran dónde cargar su batería o un Wi-Fi gratuito.
Originario de Damasco, Abu Jaled vivía en un campo de refugiados de Jordania, donde las condiciones de vida son rudas.
Desapareció el día en que iba a atravesar el mar de Izmir en Turquía hacia la isla griega de Lesbos, desde la que quería continuar hasta Dinamarca, donde vive su hijo.
Viajaba junto a un allegado, que lo dejó un rato en la playa. A su vuelta, Abu Jaled había desaparecido. “Los traficantes me dijeron que había llegado a Lesbos. No sé si es verdad o no”, dijo su hijo Mohamed, por teléfono. “Mi padre es mayor, nunca quise que hiciera ese viaje. Pero tampoco teníamos elección”.
Saskia Schwaiger, una voluntaria que habla árabe y hace de intérprete en las principales estaciones de trenes de Viena, explica haber oído muchas historias similares.
Recuerda a una niña iraquí, de cuatro o cinco años, que mientras contaba su viaje en barco, dijo: “Husein cayó al agua”.
“No sé quién era Husein, pero los niños tienen muchas historias” sobre estas peligrosas travesías, afirma.
Centenares de fotos
Son muchas las páginas de Facebook abiertas por las organizaciones humanitarias, todas repletas de fotos de personas separadas de sus familias durante su periplo. “Este niño se halla en un puesto de policía turco hace 40 días... Por favor, compartan” la información, reza el pie de foto de un pequeño con semblante atemorizado.
La web de la Cruz Roja “Hallen este rostro” publicó 354 fotos de personas desaparecidas. Aunque hay historias con final feliz, otras son amargas.
Odde relata la historia de dos hermanos sirios, de 10 y 14 años, que llegaron a Grecia y querían llamar a su madre que se había quedado en Siria para decirles que estaban bien.
Los voluntarios les dieron una tableta para que la contactaran por Facebook. “Cuando la página se abrió, empezaron a sonreír, pero súbitamente sus rostros se descompusieron y empezaron a llorar”, explica.
En la página había unas fotos de su hermano mayor, cubierto de sangre, con mensajes de pésame. “Fue él quien les empujó a partir para que pudieran estar a salvo”, explica Odde. (I)