Madres usan cannabis para calmar la epilepsia de sus hijas
Nadia de la Torre es madre de Niurka, de 17 años, y María José Muñoz de Gía que tiene 7. Ambas comparten una incansable lucha: calmar las crisis de epilepsia de sus hijas. En su desesperación experimentaron con cannabis medicinal.
Desde hace años les administran un aceite que contiene CBD altamente medicinal. Han enfrentado cuestionamientos por parte de los neurólogos, incluso, sus familias se opusieron.
Muñoz relata que uno de los doctores le había dicho que si seguía tratando a Gía con cannabis, no volviera a su consultorio. Otro le advirtió que le deterioraría más su cerebro.
Pero nada las detuvo. Al contrario han demostrado a sus conocidos que el producto mejoró el estado de sus primogénitas y que no genera adicción. “Ahora mi mami me recuerda cuando le toca las gotas a Gía”.
El 17 de septiembre la Asamblea Nacional de Ecuador aprobó en las reformas al Código Orgánico Integral Penal (COIP) que “la tenencia o posesión de fármacos con el principio activo del cannabis o derivados con fines terapéuticos, paliativos, medicinales o para el ejercicio de la medicina alternativa con el objeto de garantizar la salud, no será punible, siempre que se demuestre el padecimiento de una enfermedad”.
Para ambas madres, el tiempo les dio la razón. Después de la aprobación -aseguran- se necesitan investigaciones para conocer las dosis exactas.
Niurka tenía 13 años cuando probó por primera vez el aceite de cannabis medicinal.
Su madre Nadia dejó de administrarle los fármacos recetados por los neurólogos al no verle una mejoría.
Cada vez que tomaba los medicamentos la menor vomitaba, le daba dolores de cabeza, temblaba y caminaba con ayuda de una persona.
Tampoco podía coger la pluma para hacer sus tareas o la cuchara para alimentarse. Para bañarse era asistida por su madre.
“No sabía qué hacer y buscamos ayuda por internet hasta que un amigo de mi esposo le recomendó el producto. Me sentía frustrada como madre al no saber qué hacer y ver a mi hija sufrir. Ella me decía que ya no quería vivir así. Fue muy doloroso escucharla decir eso”.
Hoy Niurka tiene ganas de vivir. Ya no sufre convulsiones y comparte con sus amigas pijamadas, va al cine y hasta disfruta de piscinazos.
Gía, en cambio, volvió a decirle mamá a Muñoz después de la administración del cannabis medicinal. Además redujo a cinco las crisis epilépticas.
Antes sufría a diario 25 convulsiones (fuertes sacudones en el cuerpo). “Ahora veo que Gía se conecta cuando le leen y se queda calmada”.
Tenía 4 años cuando ingirió las primeras gotas aceitosas de CBD. Actualmente, toma a diario cinco gotas cada seis horas.
Muñoz cuenta que decidió experimentar después de conocer la historia de Charlotte Figi, una niña que superó con éxito sus ataques epilépticos por una cepa de cannabis el CBD que era especialmente preparada.
Luego empezó a comprar el aceite en el exterior de forma clandestina. “Me lo traían oculto entre medias y calzones personas que llegaban del exterior. Tenía que detenerle las epilepsias porque cada vez que le da una de sus neuronas muere y sus funciones se pierden”.
Después, por recomendaciones de un amigo, probó con un producto de Guayaquil que también funcionó.
Sin embargo, Muñoz considera que se debería aprobar el autocultivo para los casos de madres que tengan hijos con enfermedades.
Paulina Bobadilla, fundadora de Mamá cultiva, de Chile, lleva hace seis una lucha por el autocultivo. “Es un derecho que tiene la familia”.
Ella misma aprendió a elaborar los aceites de cannabis que le administra a su hija, quien sufre de esclerosis tuberosa y epilepsia refractaria. “Hoy mi niña tiene 12 años y lleva una vida relativamente normal. Cada día son más las familias que se alivian gracias a esta planta que es prohibida”. (I)