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Los salasacas agradecen por la fecundidad con ofrendas florales

Entre los rituales que se realizan luego de la peregrinación, destaca el baño de purificación de los varones, el cual tiene lugar en una pequeña chorrera.
Entre los rituales que se realizan luego de la peregrinación, destaca el baño de purificación de los varones, el cual tiene lugar en una pequeña chorrera.
Foto: Roberto Chávez | EL TELÉGRAFO
09 de marzo de 2019 - 00:00 - Carlos Novoa

El Pase de los Caporales, la Semana Santa, el día de los Difuntos y la Navidad. Estas  son algunas de las fiestas de influencia española y cristiana que se conmemoran en la parroquia Salasaca, ubicada en el norte del cantón Pelileo de Tungurahua.

No obstante en la etnia, una de las 4 nacionalidades indígenas de la provincia, se mantienen fieles a las celebraciones precolombinas.

Una de ellas el Pawkar Raymi. Estas dos voces de origen quichua se traducen al castellano como “fiesta del florecimiento”. Es considerada una ceremonia religiosa para los pueblos autóctonos de Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Bolivia.

La fiesta se desarrolla a finales de marzo, época en que  se venera a Pachacámac, el creador de todo en la mitología inca.

Sus preparativos se inician en enero y se enfocan en agradecer por la fertilidad de las mujeres y la tierra.

“La fecundidad es una de las más grandes bondades de la deidad. El suelo y el género femenino han sido bendecidos con la facultad de dar vida, con cosechas e hijos”, dijo Luz Maliza, conocedora de saberes ancestrales y partera de Ambato.  

En este tiempo los indígenas, a través de ceremonias coloridas y romerías, hacen ofrendas florales y frutales a  Pachacámac y otros dioses del panteón inca.

Ruta de la depuración
“Ningún ser vivo está más cerca de Dios que la mujer; porque solo con ella el Creador comparte el milagro de la procreación”.

Con esta frase Edelina Chamba, anciana de Salasaca, da inicio a una extensa peregrinación denominada Ruta de la Depuración. Este evento es la actividad central del Pawkar Raymi de Salasaca.

La caminata se hará este año el 30 del presente mes, y convocará a cientos de niños, adolescentes, adultos y ancianos de la comunidad. 

Si bien la fecha de la romería puede variar entre año y año, y en cada comunidad andina, los rituales antes, durante y después de la caminata son los mismos. He aquí un resumen de lo ocurrido el año pasado en la romería del 31 de marzo.

A las 05:00 un nutrido grupo de devotos indígenas empezó la caminata sagrada desde la plaza de Llikakama, lugar insigne de elaboración y expendio de artesanías de Salasaca, hasta la pequeña laguna del sector Manzanapamba.   

“La romería se hace descalzo. Esto para los mestizos que año a año nos acompañan es algo extraño, pero para nosotros significa tener contacto directo con la Pachamama (naturaleza)”, manifestó Eduardo Lascano, anciano de la comunidad.

El viaje está presidido por la delegación de ancianas (mujeres sabias y autoridades del pueblo) y todas las madres de la localidad. Detrás de ellas caminan los cabildos (autoridades masculinas) y hombres jóvenes.

“Cada madre porta una corona de flores y canastos de frutos frescos. Estos productos se depositan en el agua como muestra de gratitud con los dioses; pero antes de llegar al lago, en el camino las ancianas elevan cantos ancestrales conocidos como endechas”, señaló Siza Chaluisa, anciana de Salasaca.

Idioma ancestral
Dichas melodías se asemejan a gimoteos y sollozos de arrepentimiento, los cuales son entonados, según los ancianos del lugar, en el idioma preincaico (runashumi).

Durante las endechas las jóvenes mujeres experimentan una especie de éxtasis incorpóreo, desconocido hasta ese momento, para ellas.

Esta expresión de contacto divino (epifanía) se caracteriza por llantos, golpes de pecho y lamentos, además de pausas en la caminata debido a movimientos involuntarios e inexplicables que sus cuerpos experimentan.

“Esto es provocado por la emoción del momento; solo hasta entonces las chicas comprenden la conexión que toda mujer tiene con la Pachamama. Muchas de ellas durante la peregrinación sienten miedo ante esta reacción desconocida de su cuerpo y espíritu”, destacó  Juan Mestanza, antropólogo y catedrático tungurahuense.

No obstante, a medida que avanzan hacia la laguna entienden, por guianza de las matronas, que ello es necesario para desarrollar a plenitud su instinto materno.

Mestanza, al igual que un nutrido grupo de personas mestizas, turistas norteamericanos y europeos, cada año se integran a la peregrinación como parte de una terapia de sanación interior.

Bautizo andino
Los hombres presentes observan esta experiencia desde una distancia de al menos 10 metros,  a fin de no interferir en la experiencia espiritual de fusión con la naturaleza de las mujeres. 

Al llegar al lago, un brote natural de líquido vital que nutre las montañas del lugar, forma una pequeña poza. Allí las mujeres depositan ofrendas de frutas sobre el agua y se disponen a otro ritual.

Romero, hierbabuena, matico y marco, entre otras plantas, contienen los atados de yerbas que las matronas preparan para la purificación de los romeriantes, un ritual considerado por los ancianos  como el “bautizo andino”.

Al estar descalzos, el ingreso de hombres y mujeres al ojo de agua se realiza de inmediato tras la caminata.

“Grandes y pequeñas vasijas de barro son llenadas de líquido tras la colocación de ofrendas; luego se hacen oraciones en quichua y castellano. Acto seguido las ancianas vierten los cántaros sobre las más jóvenes a fin  de solicitar a Pachacámac la virtud de la fecundidad”, concluyó Edelina Chamba, anciana de Salasaca. (I) 

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