Los transgénicos: desempolvando un viejo debate
En las últimas semanas, se ha retomado en la palestra del debate político la implementación de tecnologías transgénicas (TT) en el Ecuador. Así, y anticipados al debate, como en numerosos otros temas de interés nacional, las posiciones se polarizan.
En una esquina, con limitada argumentación científica, pero con una tajante doctrina ideológica, ya presentes están los salvadores de la naturaleza, los que han hecho de la “conservación” su plataforma política; en la otra, y con fundamentos científicos acompañados de buenas intenciones que pretenden apuntalar el cambio de la matriz productiva, pero sin un plan estratégico de fondo, están los nuevos asesores de la política agraria. Así se inicia un debate que al parecer no tendrá consenso alguno.
Según la revista Science, en los últimos 14 años el uso de las TT en todo el mundo ha aumentado, el cultivo de transgénicos se extiende a 25 países y principalmente a 8. En el año 2009 existían 134 millones de hectáreas cultivadas a nivel mundial.
A pesar de este escenario, existen países renuentes a su avance. Un ejemplo para el análisis son los países de la Unión Europea (EU). En la complejidad de la normativa europea se ha generado un marco legal que regula los alimentos y pienso genéticamente modificados permitiendo solo el cultivo de tres productos: el maíz MON810, el maíz T25 HT y la patata EH92-527-1; y solo unos pocos otros productos han sido aprobados para su importación. No obstante, ahora los nuevos objetivos neoliberales de la Política Agraria Europea, enmarcados en la competencia de los mercados globales, posiblemente la llevaría a permitir el uso de las TT en un futuro próximo.
En el caso de Sudamérica, el país pionero en el uso de TT es Argentina (1996) centrando sus esfuerzos en los cultivos de la soja, algodón y maíz; esta producción aumentaría y se ampliaría a Brasil, Paraguay y Bolivia. La década 2000-2010 ha sido marcada por el crecimiento significativo de la producción.
Actualmente y a raíz de la enfermedad de las “vacas locas” la soja transgénica constituye un alimento suplementario para el ganado de todo el mundo y a la vez alimenta a seres humanos. Hoy en día, la extensión de los cultivos de soja en Brasil, un país tropical al igual que el Ecuador, representa la causa principal en el cambio de uso del suelo y se constituye en una amenaza para la conservación de la Amazonía y su biodiversidad, mientras tanto en Argentina, la soja representa uno de los mayores ingresos económicos del país.
En el caso específico del Ecuador, la oposición a los transgénicos fue liderada por las organizaciones y movimientos sociales; en su momento, fue una de las directrices para resistirse a la firma del Tratado de Libre Comercio.
El argumento principal se fundamentaba en una posible pérdida de semillas nativas debido a la priorización de semillas elaboradas bajo TT, poniendo así en riesgo a la agrobiodiversidad y afectando la soberanía alimentaria. Esta victoria nacional se reflejaría años después con la inclusión del artículo 401 en la Constitución Política (sección Biodiversidad). El Ecuador es un país libre de semillas y cultivos transgénicos, pero todos los ecuatorianos los hemos consumido.
Si bien resultaría infantil desconocer las fortalezas de los transgénicos con relación a la reducción de los costos de producción de cultivos, el aumento en el rendimiento y el aprovechamiento de una serie de beneficios de rotación de cultivo; igualmente, el promover su uso saltándose un acuerdo nacional, sin un enfoqué precautorio, sin un plan estratégico que vele por los agricultores y la conservación de la agrobiodiversidad, resultaría irresponsable.