Lo ocurrido en Oregon, donde 9 estudiantes de una universidad local murieron por un tiroteo, muestra que todavía es fácil para los jóvenes adquirir un arma de fuego en Estados Unidos.

El autor de la última tragedia era Chris Harper Mercer, un muchacho solitario, quien se mudó de Inglaterra a Norteamérica. Luego de disparar se suicidó. No es el único caso, desde la matanza de Columbine en 2000, se han registrado 7 tiroteos de gravedad con cientos de fallecidos.

¿Qué puede hacer el gobierno de Barack Obama para frenar esta ola de matanzas en escuelas y universidades? Los analistas consultados por varios medios norteamericanos coinciden en que la venta irregular de armas debe considerarse un problema de salud nacional.

La idea no solo es establecer controles más estrictos, sino también identificar, a través de un registro mental, a los potenciales asesinos.

Obama advirtió, luego de conocer lo sucedido en Oregon, que su país vive con un “anestesiado automatismo”, porque la sociedad reacciona de la misma manera a las recurrentes matanzas. Es decir hay homenajes, mensajes de apoyo, palabras de las autoridades, pero no se efectúa ningún cambio de fondo. En EE.UU. aún es fácil conseguir un arma, que se calculan entre 350 y 300 pistolas, rifles y escopetas en  manos de un civil.

Los hilos sobre el debate de la libertad de comprar y portar armas en territorio estadounidense son, en gran parte, movidos por la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). Es una organización que, más allá de 4 millones de afiliados, tiene influencia sobre decenas de millones de personas.

La NRA asegura que los norteamericanos tienen consagrado su derecho a defenderse y portar armas en la Segunda Enmienda de la Constitución de ese país. Mientras que, el debate está servido, más jóvenes mueren por disparos que en accidentes de tránsito.

Según el Centro Pew Research, más de 11 mil estadounidenses mueren al año en un tiroteo o porque alguien decidió disparar ese día. (I)