uno de los espacios ubicados en quito recibe diariamente a 160 pacientes
Los llamados manicomios ahora son vistos como centros de tratamiento
Son las 14:00 cuando Alejandra y su madre llegan apresuradas, suben las escaleras y se sientan en una pequeña sala dispuestas a esperar. No pasan más de 5 minutos y dos personas con mandil blanco las invitan a pasar. Alejandra está nerviosa, es su primera reunión de este tipo, a la que decidió acudir después de que se propuso dejar su adicción.
Al igual que ellas, todos los días, grupos de pacientes y familiares se congregan en el Centro de Atención Ambulatoria Especializada San Lázaro, en Quito, para mantener reuniones de autoayuda y compartir experiencias y consejos con otras personas que están en la misma situación. Estos encuentros son parte del nuevo modelo de atención que se implementó en esta institución.
El reloj marca las 14:30 y doña Efigenia (nombre ficticio) está en la sala de espera. Comenta que le hubiera gustado traer su tejido, pero que eso no tendría sentido, ya que los turnos son puntuales y los tiempos de espera son mínimos. Efigenia entabla una conversación con sus vecinos de asiento, pero cuando va a emitir un comentario sobre la fuerte lluvia que cae afuera, escucha su nombre y pasa a la consulta. Como ella, 160 pacientes son agendados diariamente en este centro.
Danny Zúñiga, director del centro, explica que este servicio revoluciona la concepción de atención en salud mental, ya que antes era vista como manicomial-asistencial, es decir, un lugar de depósito o de asilo de pacientes y no un sitio para brindar un tratamiento. “Los hospitales psiquiátricos estaban llenos de personas que podían haber permanecido en el seno de su familia, con lo cual habrían tenido una mejor calidad de vida,” agrega.
El galeno comenta que esta nueva visión de tratamiento de enfermedades mentales se enmarca en la Política de Salud Mental y en los lineamientos que el Ministerio de Salud Pública (MSP) definió como los pilares fundamentales.
Este modelo se ha implementado desde que se cerró la hospitalización del antiguo San Lázaro, en junio 2012; actualmente el trabajo se ha enfocado en brindar la mejor atención a las personas a través de un equipo con personal capacitado, al que se suman nuevos servicios y horarios extendidos.
Los servicios que se ofrecen son: grupo de autoayuda para familiares de personas con esquizofrenia, para familiares de personas con demencia, para farmacodependencias, clínica de trastornos adolescentes, de trastornos afectivos, de la violencia intrafamiliar, de la memoria.
El cambio en estructura y atención es palpable; las personas que entran al centro no encuentran barreras físicas, ingresan a un espacio amigable y el servicio es personalizado y va acorde con los requerimientos de los visitantes.
La señora Rosa, vecina del sector, recuerda los tiempos antes del cambio. Dice que era desesperante ver el trato que se les daba a los pacientes, incluso por parte de sus propias familias.
“Venían, los dejaban, a algunos nunca más los volvían a visitar; la gente lloraba, les daba vergüenza tener un familiar loco, pero la verdad creo que no entendían lo que les sucedía. Ahora es diferente, las personas que padecen algún trastorno vienen con sus familiares y luego se van contentos a sus casas. Al menos todos los del barrio entendemos ahora que estos pacientes no son personas a las que hay que tenerles miedo, porque tienen una enfermedad”, manifiesta Rosa.
El psiquiatra Jaime Palacios explica: “Lo que logramos con esta nueva visión en la atención es que todos los involucrados entiendan de mejor manera la salud mental, se empoderen del tratamiento e influyan en la estabilidad y continuidad”. Añade que gracias a esta forma de trabajo se ha disminuido considerablemente el índice de recaídas, hospitalizaciones y se ha logrado capacitar a los familiares o cuidadores sobre trastornos.