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Lídice plasma en el arte su lucha con la esclerosis

Lídice Huerta, de 57 años, tiene en la sala de su casa los cuadros que ha pintado en clase. Uno de ellos muestra una cortina de pastillas y una mujer gris.
Lídice Huerta, de 57 años, tiene en la sala de su casa los cuadros que ha pintado en clase. Uno de ellos muestra una cortina de pastillas y una mujer gris.
Miguel Castro / ET
01 de octubre de 2019 - 00:00 - Redacción Sociedad

La esclerosis múltiple le arrebató a Lídice Huerta, de 57 años, la fuerza de las piernas para caminar, pasear, bailar y usar zapatos de tacos, que tanto le gustaban. También  hizo que la parte izquierda de su cuerpo quedara afectada, lo que la obliga a usar un andador o un bastón para dar pasos cortos.

Sin embargo,  la enfermedad del sistema nervioso, que afecta el cerebro y la médula espinal, no frenó su creatividad ni las habilidades de sus manos.

En 2008, al ser diagnosticada con esclerosis múltiple  (EM) se deprimió y dejó su trabajo de  secretaria, el cual desempeñó durante 28 años, en un banco de Guayaquil.

“Me di cuenta de que ya no podía trabajar porque ya no sería la misma. Después de pensarlo mucho, me dije tengo que hacer algo. No me voy a quedar aquí”.

Con el apoyo de su esposo y sus hijos se inscribió en la universidad para estudiar una licenciatura en arte. Tomó cursos de esculturas en el entonces ITAE, ubicado en el Centro Cívico,  que despertaron su interés para aprender más.

Posteriormente se matriculó en la carrera de Tecnología en Arte Visual, que después continuó en la Universidad de las Artes (UArtes).

Hoy en día tiene más de 10 cuadros de diversos tamaños pintados en óleo y acrílico. Algunos son abstractos.

En las paredes de su vivienda cuelgan los más grandes. Uno de ellos tiene una variedad de trazos realizados  con tinta de colores que se chorrean y dos pequeños andadores. La pieza hace alusión al sufrimiento por el que pasó desde su diagnóstico.

Ella ha soportado alteraciones en la visión (ve doble), calambres, ardor en las piernas y en las plantas de los pies, problemas de memoria y crisis de pánico, como agorafobia (temor a los lugares abiertos).

En otro aparece el bastón  que utiliza perdido en medio de un paisaje. “Es como me siento. Solitaria entre tanta gente que me rodea. A veces pienso que estoy en otra dimensión”.

Sin embargo, de todas sus pinturas la que más llama la atención es una que aparenta  una cortina de pastillas de colores. Los medicamentos caen sobre una mujer recostada pintada de color gris.

“Con esta muestro el dolor y lo opaca que me siento de tantas pastillas que tomo”. A diario consume 10 medicamentos para el insomnio, ansiedad, calambres en los músculos y los constantes dolores de cabeza.

Lídice también ha creado esculturas de bastones y zapatos con pedazos de  vidrios rotos. La obra representa la fragilidad que causa la patología, pero a la vez la fuerza con la cual la ha enfrentado.

Además escribe poesía.   Tiene un pequeño poemario que creó en clases con ayuda de un profesor. Cada uno de sus escritos surgió cuando estuvo hospitalizada. “De cada poesía nació una obra”.

Las constantes caídas  que ha tenido en casa y en la universidad por la debilidad de sus piernas  no detuvieron su lucha.

Cuando ingresó a la carrera reconoce que tuvo miedo. Sobre todo cuando aprobó el primer año pensó en si seguiría o desistiría. En ocasiones -recuerda- sentía que ya no podía más, pero al año siguiente volvía y se matriculaba en un nuevo año.

“Mis compañeros del curso me apoyaron en todo. Les decían a sus amigos mira cómo ella está estudiando y tú que no tienes nada, no lo haces”.

En su casa también era vista como un ejemplo por seguir. Su hijo retomó su carrera en la universidad. “Él me dijo mami si tú puedes, yo también lo haré”.

Pronto Lídice se graduará de licenciada en arte. Está en el proceso de titulación. Por ahora trabaja en la tesis biográfica que presentará y en la que plasmará todo lo que ha pasado con la enfermedad y cómo salió adelante.

“Para mí, lo mejor ha sido ingresar a estudiar porque me mantiene concentrada y de esta manera olvido el dolor y la enfermedad”.

Dice que cuando obtenga su título tiene proyectado enseñar sobre arte a personas que tengan  esclerosis y otros padecimientos. Además, expondrá sus obras en una galería de la ciudad.

Lo que logró el arte en ella ahora lo comparte con otros pacientes en el Hospital Teodoro Maldonado. “Les digo a mis compañeros que después de un diagnóstico la vida no se termina.  Para mí el arte se convirtió en una terapia física y emocional”.

Cuando acude a una consulta con su neurólogo asegura que ve muchos casos de jóvenes y hasta adolescentes que sufren la enfermedad.

“Creo que hay mucho por hacer con ellos”.  En Ecuador la prevalencia de la esclerosis múltiple es de 5 por cada 100 mil habitantes. Afecta principalmente a mujeres de entre 20 y 40 años. (I) 

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