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El Telégrafo
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La unión libre: ¿Cuestión cultural o de prioridades?

La unión libre: ¿Cuestión cultural o de prioridades?
07 de octubre de 2013 - 00:00

Un estudio georreferenciado que se centra en datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) ubica a Guayaquil como el lugar en el que hay más informalidad en las relaciones de pareja, frente al número de relaciones unidas de forma civil que existen en Quito.

Andrea Torres y Manuel Mejía conviven desde hace tres años en unión libre en el sur de Guayaquil. Ambos jóvenes afirman que no necesitan “atarse a ningún papel”.

Y es que mientras para ella el matrimonio no está entre sus prioridades, para Manuel es una forma más para oficializar su relación.

“Por ejemplo, si llegáramos a tener un hijo le pediría matrimonio para que el niño o niña se desarrolle en un hogar con todas las de ley”, manifestó.

Este es uno de los tantos casos que existen en Guayaquil, donde un 42% de jóvenes entre 20 y 29 años ha optado por la unión libre, en comparación con lo que ocurre en Quito, en donde solo el 20% convive de esa manera. En la capital el 78% de las personas entre 30 a 64 años se ha casado.

Para el sociólogo Pedro García, la unión de hecho es una oportunidad que tienen los jóvenes de explorar la vida en pareja, pero sin mayor compromiso en sus acciones.

De hecho, indicó que hace tres años realizó un sondeo a estudiantes de la Facultad de Comunicación Social (Facso), que reveló que el 75% de jóvenes de entre 18 y 29 años vive en unión libre.

“Se piensa que esta acción les permite poner a prueba su compatibilidad sexual y de caracteres”, afirmó el especialista.

Los jóvenes repiten la historia de sus padres o muchas veces provienen de hogares disfuncionales

Según el orientador familiar Jorge Tello, la parte económica juega un rol importante en la unión libre en jóvenes en Guayaquil, “se presenta más en lugares periféricos pobres de la ciudad, como el Guasmo, Trinitaria y Bastión Popular, debido a que las niñas o adolescentes se dejan llevar por las promesas e ilusiones que les ofrecen sus también jóvenes parejas. Es una cuestión emocional”.

¿El origen y las prioridades cuentan?

Según datos del análisis realizado por la empresa Location World, en su informe tomaron de referencia las cooperativas Poder de Dios, Thalía Toral, Trinidad y Valle Italiano del Puerto. En Quito fueron las zonas El Condado, Cotocollao, La Floresta, Loma de Puengasí, Solanda y Tambollacta.

La muestra revela que en Cumbayá y Valle de los Chillos, en cambio, la población está conformada por un 64% de personas casadas, el 20% está en unión libre; mientras que en San Miguel de los Bancos, el 43% de la población está casada y el 41% en unión libre.

La psicóloga Sonia Rodríguez, terapista de pareja, sostuvo que este comportamiento obedece -sobre todo- a un patrón cultural.

“En la Sierra, la gente es más conservadora, necesita firmar un papel para comenzar una vida legalmente como matrimonio. Esto es muy significativo ante la sociedad, lo que no ocurre en la Costa...”.

Rodríguez indicó que al estar reconocida en el Código Civil la unión de hecho, donde se han dados avances a nivel legal, los hijos son reconocidos como legítimos.

“Las personas hacen uso de esto porque se conoce que muchas veces no es necesario firmar un papel para tener seguridad y estabilidad en la pareja”, manifestó.

Pero eso no es todo... también las prioridades juegan un papel fundamental. Para el psicoanalista Antonio Aguirre, ahora los ecuatorianos esperan pasar los 30 ó 40 años, justamente por una cuestión de metas personales y un esquema de proyecto de vida.

“Ahora tener una carrera profesional que los sustente en la vida cotidiana es muy importante. Los jóvenes de hoy son una generación controladora. Quieren tener un departamento, un auto, un buen trabajo. Se vive bajo la presión del afán desmedido al éxito. Incluso, los jóvenes han crecido escuchando malos comentarios sobre el matrimonio. Hay un desencanto y -por lo mismo, existe una urgencia por evitar dolores emocionales”, señaló.

Según García, otro aspecto que se da en quienes se niegan a casarse es el temor de fracasar al tener de ejemplo lo que vivieron sus padres. “También ocurre que repiten la historia de sus padres o provienen de hogares disfuncionales”.

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