Cuestión de vida o muerte
Sí, mi primera biblia ecológica tiene este bello título de Giordano Reposi. Era una cálida Navidad de 1984, cuando un ser muy especial para mi corazón me la obsequió. He vuelto a releer este “verde” libro para reflexionar sobre los problemas ambientales que soporta el mundo este 5 de junio. En el nuevo amanecer de la vida recordamos el Día Mundial del Ambiente.
Una estela de aire contaminado nos dará la bienvenida; reacciones fotoquímicas nos irritarán los ojos; el Astro Rey filtrará con más intensidad sus rayos ultravioletas, una cantidad de ruidos afectará nuestros oídos; millones de personas beberán agua contaminada; los suelos seguirán soportando los plaguicidas; impávidos seguiremos siendo testigos de la masacre a los hermanos sirios, el detonante ya empezó en Turquía con consecuencias impredecibles, el aislamiento sometido al pueblo palestino, el asesinato selectivo con drones en nombre de la verdadera “democracia”. Se presume que en dos generaciones la escasez de agua dulce será una dura realidad.
Según FAO, se desperdician cada año 1.300 millones de toneladas de comida. Qué contradicción, cuando de cada siete personas del planeta cinco se van a la cama hambrientas y más de 20.000 niños y niñas menores de cinco años mueren de hambre cada día. Lo más espeluznante es conocer que un porcentaje bajo de personas en el mundo concentra la riqueza en detrimento de los más necesitados. Por ello es necesario plantearnos una pregunta: ¿Se incorporará explícitamente la dimensión cultural como parte del desarrollo sostenible?
Nuestro planeta ya no está en condiciones de soportar tanta presión ecológica. Con las nuevas tecnologías actuales, la decisión para “sobrevivir” es meramente política. Si se decidiera invertir menos en armas de destrucción por parte de los mercaderes de las guerras, se solucionarían muchos problemas ambientales, cuyos efectos serían devastadores para la humanidad en muy pocas décadas.
Otro de los motivos por el cual vamos en sentido contrario a la racionalidad es el consumismo hedonista que nos imponen por radio y televisión las grandes transnacionales a las cuales no les importa el verdadero Buen Vivir. Gastamos más energía comprando aparatos que al pasar muy poco tiempo son reemplazados por otros supuestamente mejores, acumulando más basura que no sabemos a dónde va a parar. Debemos consumir en forma responsable, pensando en las futuras generaciones y aplicando programas de Educación Ambiental desde la familia, pasando por la escuela, colegio y universidad. Con un patrón cultural evolutivo en busca de nuevo Hombre Sustentable. ¿Podremos?
Reflexionemos sobre lo que nos dejó como legado G. Repòsi: “Una sociedad agresiva, con una tecnología cada vez más potente, continúa viviendo con la naturaleza una relación equivocada. Es una relación de explotación basada en la idea de que este planeta puede resistirlo todo, y que sus recursos no tienen fin”.