Indígenas en Guayaquil viven su fe con su idioma y costumbres
A las 19:30 del pasado viernes a la iglesia indígena que está ubicada en el sector de la Prosperina llegaron decenas de personas para participar en la celebración eucarística.
El evento fue presidido por el arzobispo de Guayaquil, monseñor Luis Cabrera. Las mujeres vestían anacos de colores, blusas con bordados llamativos, mientras que los hombres pantalón y camisa, mayoritariamente blanca y algunos ponchos de colores.
Se trataba de un festejo, el primero del año de la Pastoral Indígena que en Guayaquil está integrada por nueve comunidades, aquí también se incluyen dos de Durán.
Al ingreso, una hoja de cantos contiene letras de alabanzas en español y quichua, ya que que uno de los objetivos es reforzar el uso del idioma natal.
El líder del Consejo Pastoral es Melchor Tenelema, con 10 años en el cargo, quien da gracias a Dios porque los líderes de la iglesia los toman en cuenta.
Unas colaboradoras activas son la congregación de las hermanas Lauritas, llamadas así por Santa Laura Montoya.
La vinculación activa a la Iglesia católica se inició en 1997. Tenelema recuerda que al principio eran 30 personas, quienes peregrinaron dos años antes de tener la aprobación de la Arquidiócesis. En la actualidad suman mil.
Guayaquil es una de las ciudades de las provincias de la Costa con la mayor comunidad de indígenas, lo que se demuestra con el acompañamiento de la Iglesia católica, entidad que les proporciona espacios para que practiquen cantos, danzas y se celebren las misas de forma regular.
La Pastoral cuenta con grupos de jóvenes, hace dos semanas fue el encuentro juvenil en donde participaron 160 de ellos. Mientras que esta semana se hace un encuentro general en Quito, en donde los líderes reportan las actividades realizadas por los grupos de cada provincia.
Los asistentes llegaban presurosos al encuentro, como quien va a una gran fiesta. Cada grupo se preparó por semanas para la presentación, en donde se realizan danzas como alabanza a Dios.
Uno de esos grupos es Jesús del Buen Pastor, que se reúne en la iglesia de la tercera etapa en la ciudadela El Recreo en Durán, en la parroquia San Juan XXIII.
Cantos en quichua
Etelvina Herrera señala que hace 13 años empezaron cinco personas y ahora tienen grupos de jóvenes, de danza y de canto.
El grupo participa una vez al mes en la misa dominical, ahí cantan en quichua y realizan una presentación especial al momento de entregar las ofrendas.
“En los encuentros se trata de hablar en quichua para que los más jóvenes no olviden ese dialecto”, manifiesta Nancy Texa, una de las integrantes de grupo de danza.
Los miembros de la agrupación llegaron a Guayaquil desde diferentes comunidades de Chimborazo. María Mercedes Orta afirma que para ellos es importante mantener su cultura, puesto que están orgullosos de sus raíces.
Este es uno de los grupos que aún no tienen un espacio propio para practicar y reunirse periódicamente, sin embargo, están a gusto en la parroquia porque les abrieron las puertas. Tenelema comenta que aunque él preside el Consejo, cada comunidad tiene sus líderes.
Afirma, además, que desde la Diócesis de Yaguachi, a la que pertenecen los grupos de Durán, existe mucha apertura para su comunidad.
En la misa, una mesa con alimentos como legumbres y el tradicional vino y pan estaban frente al altar. Algo similar era parte de las ofrendas que se entregan con un paso rítmico.
“Fue en Manabí y Pío Montúfar en donde empezó la alianza con la Conferencia Episcopal, en 1999”, rememora Tenelema. Desde ahí la Iglesia ha concedido espacios en la comunidad a los indígenas de Chimborazo, quienes tratan de visitar su provincia natal y mantener sus costumbres para que sus hijos no olviden de dónde provienen.
Una de las esperanzas y objetivos del grupo es tener un sacerdote que esté de forma permanente en el templo indígena. Agradecen la colaboración de la Iglesia, pero saben que deben aportar para la manutención y permanencia de un cura. (I)