FAO alerta sobre los malos hábitos alimentarios en Europa y Asia Central
Como una transición hacia la inseguridad alimentaria con peligros para la salud calificó hoy aquí la FAO, a través de un informe, los hábitos cambiantes de consumo que se expanden por Europa y Asia Central.
El Panorama regional de la inseguridad alimentaria: Europa y Asia, presentado por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), recuerda que el crecimiento económico y el aumento de la renta per cápita casi erradicaron el hambre en esas regiones.
En las nuevas circunstancias, segmentos en esos países pasan de la desnutrición y las carencias de micronutrientes a padecer enfermedades asociadas a un elevado consumo de grasas, azúcar, productos procesados, junto con un estilo de vida más sedentario.
Las perspectivas regionales de la inseguridad alimentaria están sustentadas en el texto con abundantes datos por países sobre suministro de energía alimentaria, indicadores de desnutrición como el retraso del crecimiento y la emaciación, anemia, sobrepeso y obesidad, así como ejemplos de qué come en término medio la población.
El estudio demostró cómo la evaluación de la dieta varía a medida que se elevan los ingresos, por lo regular para mal, porque aumenta la ingestión de calorías procedentes de edulcorantes, aceites vegetales y productos animales. En cambio, las derivadas de los cereales disminuyen.
Ello conlleva a un mayor número de personas con diabetes, afecciones cardíacas y otras enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación las cuales, a su vez, representan un aumento sustancial y progresivo de los gastos sanitarios.
El informe ofrece soluciones con propuestas de políticas, de probada eficacia, ajustadas a los ingresos y al perfil nutricional de cada nación.
Entre ellas señala el enriquecimiento de la leche con vitamina D, de la sal con yodo, de la harina de trigo con hierro, ácido fólico y tiamina que de hecho representaron mejoras en el consumo de micronutrientes en los niños en Asia Central, según el texto.
Las recomendaciones incluyen reformular los alimentos precocinados más usados para mejorar su valor nutricional, políticas educativas y de precios en función del valor nutricional de los alimentos, trabajar en un mejor etiquetado de los productos y programas de ayuda, entre otros. (I)