El climbing yoga rompe moldes entre los deportistas
Las extravagancias comenzaron con el yoga de la cerveza y el yoga paddle. Luego alguien añadió cabras y ahora una profesora de Birmania se ha apuntado al climbing yoga, que se practica en lo alto de un muro de escalada.
Eso, claro, sin olvidarse del acroyoga, una fusión de esta disciplina milenaria con acrobacias y masajes, que causa furor en las salas del mundo entero.
A la birmana Khin Myat Thu Zar se le ocurrió hace seis meses ‘mezclar yoga y escalada’ mientras aprendía a escalar. Una idea menos disparatada de lo que pudiera parecer, puesto que algunos escaladores suelen practicar yoga como calentamiento muscular.
“No es la misma sensación cuando se hace yoga en el muro que en el suelo”, asegura esta profesora de yoga treintañera que hace cinco años dejó la abogacía para vivir de su pasión.
El club de escalada Climb’O clock, abierto recientemente en el centro de Rangún, capital económica birmana en plena mutación, le permite usar el muro de escalada para las clases, que comienzan siempre con un calentamiento colectivo en el suelo.
Este nuevo modelo de enseñanza de yoga empezó a atraer sobre todo a las amas de casa de clase media del mundo occidental.
Entre siete y diez personas, en su mayoría mujeres, asisten a ellas. Como el muro se encuentra en la planta baja de un edificio, los transeúntes ven cómo las mujeres, con mallas de licra, suben equipadas con un arnés y con la ayuda de un empleado del club.
Desde el suelo, Khin Myat Thu Zar intenta tranquilizar a sus alumnos hasta que se sueltan para hacer las hazañas colgados de una cuerda.
“No tengo fuerza suficiente en las manos para practicar el yoga clásico”, explica Myint Myat Sandy, una de las participantes.
Sandar Win, otra alumna, acostumbrada a las salas de musculación, se apuntó porque la relajación -asegura- es mayor a cierta altura que en el suelo.
Más relajada
“Adoro la sensación que siento al final de la clase de yoga, mi mente está totalmente en paz”, explica esta mujer de unos 40 años, propietaria de un gimnasio.
La multiplicación de los centros deportivos es uno de los muchos cambios registrados en la capital económica birmana, donde cada vez se ven más edificios modernos, supermercados y coches extranjeros.
Una clase de una hora de climbing-yoga cuesta casi 10 euros, una suma considerable en uno de los países más pobres de Asia, después de décadas de junta militar y de cierre de su diversidad al mundo.
Desde la autodisolución en 2011 de la junta, actualmente sustituida por un gobierno civil dirigido por la expositora Aung San Suu Kyi, la sociedad ha evolucionado de forma rápida.
Muchos hombres y mujeres de la capital visten todavía el lungi (la falda tradicional) pero se van viendo más pantalones y zapatillas deportivas.
“Las cosas cambian. Las prendas deportivas están ahora de moda en Birmania. Se multiplican los muros de escalada y los gimnasios”, asegura Khin Myat Thu.
“¡Quiero que el mundo entero sepa que hacemos climbing yoga (yoga escalada) en Birmania!”, dice con una sonrisa.
Su próximo proyecto: llevar a sus alumnos a practicar en el exterior, con piedras de verdad, para que la comunión con la naturaleza sea total.
Algunos de los beneficios que proporciona está práctica son la lubricación articular, mejora el aumento de la circulación sanguínea y la renovación de la sangre, favorece la continua remodelación y formación de los huesos, reduce las malas posturas y trabaja en conjunto todo el cuerpo. (I)
Datos
A Swami Vivekananda, un monje hindú, se lo considera el introductor del yoga en el mundo occidental.
El monje, que escribió un libro que fue la base de la práctica de experimentos posteriores de yoga, se centró en aspectos como la meditación, las respiraciones y las visualizaciones.
Los yoga-sutra del sabio Patanjali, considerados como la guía más antigua, mencionan caminos para la liberación (honradez, no violencia y la meditación). (I)