El cáncer, más allá de la pesadilla
La quimioterapia puede ser una pesadilla: “Uno llega a pensar que la vida no tiene sentido. La enfermedad es mortal, sin una actitud positiva”, reflexiona Russbel Núñez, que llegó desde Venezuela.
Él participa en la Primera Convención Mundial de Jóvenes contra el Cáncer y Sobrevivientes, organizada en Quito.
“Ver que mis padres sufrían era aún más doloroso que la quimioterapia”, recuerda.
Russbel forma parte de la Fundación de Jóvenes y Padres con Cáncer, una organización con sede en Caracas. Sin el apoyo de sus padres y amigos, quizás hubiera perdido la batalla.
Tiene 21 años, pero su rostro denota más edad: “Yo he madurado a golpes”, admite. El joven superó un tumor que se desarrolló en la parte posterior de su cráneo.
Recién cumplía los 16 años cuando se enteró del diagnóstico, sentenciado con frialdad por un médico cuyo nombre ya no recuerda: “Mi vida la cortaron de raíz”, confiesa.
Entonces lo atendían en el hospital JM de los Ríos y en el Centro Médico de Caracas. Allí recibía las sesiones de radioterapia y quimioterapia. Los efectos secundarios eran insoportables, vómitos, náuseas, dolor de cabeza y desmayos, y lo más difícil: la depresión.
El venezolano pudo superar la enfermedad y ahora estudia Arquitectura en la Universidad Santiago Mariño. “Cuando uno vence esos obstáculos se da cuenta de lo lindo que es vivir”.
Comparte su testimonio con otros jóvenes que vivieron con enfermedades parecidas, desarrolladas en otros lugares del cuerpo, y que se han reunido en el Parque del Agua para contar su batalla contra el cáncer a temprana edad.
La Fundación contra el Cáncer Ecuador ha reunido a cientos de chicos de países como Argentina, Chile, Perú, Costa Rica, Estados Unidos, Canadá y España.
Están juntos en un campamento y son más de 200.
Pero no solo tienen en común esta enfermedad, sino también las ganas de combatirla y de seguir viviendo.
Eso lo sabe muy bien Ardie Muñica, también venezolana.
Dinámica, jovial, se integra fácilmente con los jóvenes de otros países.
Le interesa mucho conocer los tratamientos oncológicos que se aplican en cada país.
“Me gusta comprobar que le estamos ganando a esta enfermedad”, dice con optimismo.
Ardie perdió su pierna izquierda mientras peleaba contra un tumor que le detectaron a los 18 años.
Insiste en ver los aspectos positivos de tener un miembro fantasma. La nadadora venezolana, a tiempo completo, retomó su práctica deportiva después de 18 sesiones de quimioterapia.
Se siente viva de nuevo, cuenta. Practica este deporte de lunes a sábado, durante cinco horas diarias y además trabaja como asistente de una profesora de natación.
“Con esta práctica he perdido los ocho kilos que gané en el tratamiento, que te engorda mucho”.
Tanto Russbel como Ardie coinciden en que el tratamiento es muy costoso. Aunque el Estado venezolano costea la medicación, aseguran que los fármacos se acaban muy rápido y tienen que adquirirlos por sus propios medios.
Esa realidad es similar en casi todos los países que se han congregado al encuentro.
De eso da cuenta Leonardo Loza, ciudadano mexicano.
Para él, no solo fue duro tener que soportar la enfermedad y los estragos, sino también el desgaste emocional y la impotencia que sentía cuando el dinero que ganaba en su trabajo no resultaba suficiente para costear el tratamiento.
‘Leo’ tiene 24 años y se dedica a vender tacos en la región de San José del Valle.
Solo así pudo pagar el tratamiento que necesitaba y además costear una delicada cirugía, realizada para retirar los tumores que le detectaron en el testículo y el pulmón derecho.
Han pasado cinco meses desde que le operaron y hasta ahora se encuentra en observación.
“Lo que me mantiene con ganas de luchar es mi familia. La pelea es dura y veo que los compañeros que estamos aquí, de diferentes países, tienen esa misma inquietud”.
Hoy los jóvenes que participan en este encuentro escribirán su declaración frente a los tratamientos, derechos, prioridades y políticas públicas de salud.