Es parte de la primera promoción de la Universidad Casa Grande, de Guayaquil.

Junto con otros 47 compañeros se graduó cuando esta alma mater porteña aún era la Escuela de Comunicación Mónica Herrera, un reto que en 1992 buscaba otras formas de enseñar. En esta aventura se embarcó un pequeño grupo de estudiantes y maestros que hoy, con seguridad, puede afirmar que el aprendizaje de entonces sigue vigente.

Anita Raad se muestra orgullosa de sus bases universitarias. Estas le han permitido abrirse caminos profesionales que jamás planificó transitar, aunque nunca se ha intimidado con lo desconocido.

Raad se graduó en Comunicación, pero es experta en Educación e Innovación Social. Como ella aclara, su mundo es el escolar; no obstante, aquello no le quita su visión universal sobre la educación superior, el rol del Estado y otros temas sociales relacionados con el aprendizaje.

Nos recibe en el octavo piso del Edificio Mayor de la Universidad Casa Grande, en Miraflores, norte de Guayaquil. Sale agitada, pero con una sonrisa espontánea. Acaba de dar una conferencia precisamente sobre “Articulación Público-Privada para una Educación de Calidad”, evento desarrollado por los 25 años de vida de la universidad.

“Es muy importante no dejar de ver al Estado como el garante de la educación. Los Estados son los responsables de que todos tengan acceso a  educación de calidad, inclusiva, que todos tengan las mismas oportunidades”, reflexiona, e inmediatamente enfatiza que “la educación pública es el pilar democrático de las sociedades”. 

El diálogo se centra precisamente en el momento que vive Sudamérica, en cuanto a educación superior. En Colombia la deserción universitaria supera el 42% y los estudiantes protestan en estos días por mayor acceso a universidades de calidad; en Chile, los jóvenes reclaman gratuidad, y en Ecuador, el anunciado presupuesto de 2019 para las universidades públicas encendió las alarmas.

Raad considera que este es el momento de volver a poner a la educación pública como el centro del desarrollo y garantizar, al mismo tiempo, cierta gratuidad, especialmente para los sectores más desposeídos.

“En el caso de Chile la discusión se centra en si la gratuidad debe ser para todos, indistintamente de su capacidad económica, de si pueden o no pueden pagar”.

Anita Raad Briz tiene claro el concepto de la necesidad de la educación pública, pese a que se educó en instituciones privadas. Claro, agradece su viaje a Chile, luego de graduarse en Guayaquil, para estudiar una maestría en Antropología y Desarrollo en la Universidad de ese país, una institución pública gigante, políticamente muy activa y en las antípodas de la realidad de su universidad en Guayaquil.

Raad agradece haber enfrentado ese contraste porque le proporcionó otras perspectivas. Sostiene que “la región, efectivamente, está en deuda con la educación pública (en general); los niños con menores oportunidades están yendo a los peores colegios y es en eso en lo que tenemos que trabajar”.

Raad resalta que el porcentaje del Producto Interno Bruto que los países de Latinoamérica están invirtiendo en educación debe duplicarse para lograr el aprendizaje que hoy en día ya los países desarrollados tienen. “Así de clara  es la estadística”.

La discusión en la región va por un lado en cómo darle un estatus distinto a la educación pública, volverla a poner como el centro del desarrollo y, por otro lado, cómo garantizar cierta gratuidad.

Al igual que durante su agitada vida estudiantil, cuando al mismo tiempo iba a la universidad y trabajaba en diario EL TELÉGRAFO o la revista Vistazo, su trayectoria profesional ha sido vertiginosa.

Cuenta que desarrolló su carrera en innovación social y educativa. Abrió una organización no gubernamental en Chile y Ecuador: el Comité para la Democratización de la Informática, luego dirigió el sitio web de contenidos del Ministerio de Educación de Chile (educarchile) y posteriormente asumió la Gerencia de Educación en la Fundación Chile, una agencia de innovación pública y privada muy relevante en el país araucano.

El maestro universitario Carlos Tutivén recuerda muy bien la vida estudiantil de Anita Raad. “Era muy ordenada y cumplida con sus tareas, pero sobre todo inquieta con sus lecturas”. 

Tutivén cuenta orgulloso que dirigió la tesis de grado de Anita Raad y que esta recibió la más alta calificación el día de sustentación. 

Anita Raad recuerda que llegaba en las noches muy cansada del trabajo y se energizaba al conectarse “con unas clases activas, llenas de temas actuales, profesores con capacidades macro y diversas”. Se emociona cuando recuerda esos días, sobre todo porque considera que esos aprendizajes fueron totalmente pertinentes. En este punto, Anita Raad hace una pausa y aclara que, además de la crisis de financiamiento que sufre la universidad pública en la región, hay una crisis de aprendizaje.

“Quienes están entrando a las universidades no están aprendiendo lo que es relevante para estos días, para el futuro”. La falta de contenidos adecuados aumenta la deserción y el número de los “nini”, aquellos que ni estudian ni trabajan.

Raad critica que muchas instituciones tienen programas basados en la memorización, carreras sin desafío del futuro, desconexión con el mundo laboral, lo que agrava la crisis. Insiste en la pertinencia. Garantizar la gratuidad es importante, pero sobre todo la pertinencia de lo que se estudia. Una educación de calidad que no es pertinente, no es de calidad.

En 2016, Anita Raad, desde la Fundación Chile, desarrolló la Encuesta de la Unesco para la Juventud de Latinoamérica, que consultó a los jóvenes ¿qué y cómo querían aprender? A la mayoría le interesaba todo lo digital: computación, ciencias avanzadas, emprendimientos, desarrollo de sus propios proyectos, lo que le permite inferir que la juventud quiere una universidad que le enseñe a aplicar sus conocimientos.

El último reto de Anita Raad es participar en 2019 en el Foro sobre la Educación del Futuro, organizado por la fundación de los premios Nobel. Este evento se cumplirá por primera vez en Latinoamérica, en Santiago. (I)