Alrededor de 30 padres se congregaron ayer en la biblioteca del Colegio Central Técnico, en Quito,  para ser atendidos. Entre el 15 y 31 de agosto, la Dirección Provincial de Educación ha asignado más de 4.000 cupos, aunque aún hay alumnos a quienes les falta asignación.

María Belén Jácome es una de esas madres “Quiero que mi guagua esté en la formación y vaya a recibir clases como lo hace el resto de estudiantes”, comentó.

Ayer, María Belén llegó a las 04:00 para ser una de las primeras madres atendidas. Buscaba un cupo para su hija en octavo de básica que estudió la primaria en la escuela San Antonio de Padua. La mujer aseguró que desde el 15 de agosto no encuentra uno. 

La situación es más difícil para otros padres. Rebeca Romo es habitante del sector La Planada (norte de Quito). Desde mayo pasado ha golpeado puertas para que reciban a sus dos hijas de octavo  y noveno de básica. “Las inscribí  en el Idrovo, en el Juan Montalvo, en el Colegio Menor y no las reciben. Ya no sé qué hacer”.

Más allá de eso -una situación que la Dirección Provincial sigue estudiando-, en otros centros educativos la inauguración se realizó sin mayores novedades.

En el colegio Veinticuatro de Mayo, por ejemplo, empezaron el año lectivo aplicando la coeducación, como ya se ha hecho en la Costa.

Felisa Torres de Salguero, rectora de la institución, señaló que este año 256 varones se incorporarán a la entidad  para completar la población estudiantil de 3.139 alumnos.

Desde julio pasado se han realizado las adecuaciones necesarias, como la instalación de baterías sanitarias. Además, el Departamento de Orientación Estudiantil impartirá charlas de convivencia para establecer una relación de compañerismo entre los estudiantes. “Me parece chévere tener clases con los chicos. Ya cuando salgamos a la universidad vamos a compartir con los chicos, igual cuando salgamos a trabajar”, comentó Alison Loza, alumna de segundo de Bachillerato.

Hubo estudiantes que estaban preocupados por el nuevo sistema de calificación de acuerdo con el  reglamento de la nueva Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI). Karen Pallo, por ejemplo, estudiante de segundo de Bachillerato, comentó que le da recelo  que haya menos vacaciones. “Si hay más clases tendremos que estudiar   más y las pruebas pueden ser fregadas”, indicó la joven.

Su compañera Michaela Falconí, también compartió su criterio: “A mí me da pena que haya menos vacaciones, pero los profesores nos han dicho que hay más pruebas. Eso es mejor que dar pocos exámenes”.