Chimamanda Ngozi Adichie deja en sus textos enseñanzas de feminismo
He leído un libro de Chimamanda Ngozi Adichie: “Querida Ijeawelw”, cómo educar en el feminismo”. Es una hermosa carta, sincera y práctica, que constituye un “mapa del pensamiento feminista”, dirigido a su amiga Igeawele.
En la solapa de esta obra, los editores y Literatura Random House dicen: “El feminismo empieza en la educación. Con su voz cálida y directa, Chimamanda Ngozi Adichie escribe esta emotiva carta a una joven madre que acaba de dar a luz. En sus quince consejos reivindica la formación de nuestros hijos en la igualdad y el respeto, el amor por los orígenes y la cultura. Es una invitación a rechazar estereotipos, a abrazar el fracaso y a luchar por una sociedad más justa. Una bella misiva con reflexiones tan honestas como necesarias que conquistará por igual a madres, padres, hijos e hijas”.
Y en verdad me ha “conquistado” el librito, no solo por su encanto, seriedad y levedad -apenas tiene 90 páginas, en formato de bolsillo-, sino por su contenido. He aprendido mucho de esta célebre escritora que tuvo la “osadía” de lanzar al mundo un manifiesto con el título “Todos deberíamos ser feministas” que, gracias a su elocuencia y simplicidad, constituye con todo mérito una de las mejores voces del feminismo del siglo XXI. Con razón sus obras fueron reconocidas como textos obligatorios en Suecia y en varios países africanos.
Chimamanda Ngozi Adichie no se equivoca cuando expresa que “es una urgencia moral mantener conversaciones sinceras acerca de educar de otro modo a los hijos, de crear un mundo más justo para hombres y mujeres”.
No se trata, entonces, de una retahíla de conceptos y frases de amargura contra los machos, autores confesos –en casos tristes- de una violencia masculina, que mantiene una impronta de desigualdad e injusticia, no solo en África –donde todavía se obliga a las niñas a tener relaciones sexuales con adultos-, sino en los cinco continentes.
Esta “urgencia moral” me recuerda como contrapartida otro libro -este sí, doloroso- “El varón domado”, de Esther Villar, argentina, quien hizo época en el siglo XX cuando denostó, denigró, vilipendió y difamó al mundo masculino, en aras de una cuestionada liberación de las féminas. Chimamanda está en la otra orilla: nada de contras, nada de amarguras. “Lo importante es intentar, y que siempre confíes en tus instintos”.
Chimamanda Ngozi Adichie plantea como punto de partida que “el feminismo siempre es contextual. No hay normas grabadas en piedra”. E identifica dos premisas: la primera es “Yo importo. Importo igual. No “en caso de”. No “siempre y cuando”. Importo equitativamente y punto”. La segunda premisa es una pregunta: “Puedes invertir X y obtener los mismos resultados?” La equidad es el núcleo de su pensamiento.
Algunas lecciones
“Sé una persona plena. La maternidad es un don maravilloso, pero no te definas únicamente por ella. Beneficiará a tu hija”.
“Nunca te disculpes por trabajar. Te gusta lo que haces, y que te guste lo que haces es un regalo fantástico para tus hijos”.
“No existen las superwomen. La crianza es cuestión de práctica”.
“Concédete espacio para fracasar”.
“Las tareas domésticas y los cuidados deberían ser neutros desde el punto de vista del género, y debiéramos preguntarnos no si una mujer “puede con todo”, sino cómo ayudar a los progenitores en sus deberes comunes en la casa y el trabajo”.
“Hacedlo juntos. ¿Recuerdas que en la primaria aprendimos que el verbo es una palabra de “acción”? Pues bien, un padre es tan verbo como una madre”.
Las lecciones de Chimamanda Ngozi Adichie son excelentes, por algo algunos medios indican: “Adichie es una narradora con un estilo claro y sugerente, sin tiempos muertos, de las que enganchan desde el principio de la frase”. (O)