Sororidad
El cambio climático necesita de un enfoque de género
Desde su reporte del 2017, la Organización del Medio Ambiente y el Desarrollo de las Mujeres con sede en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, asegura que las mujeres son consideradas agentes de cambio en los retos climáticos.
Expertos nacionales no discrepan con esta teoría; estudios regionales concientizan sobre la necesidad de más mujeres en cargos directivos pues con sus resultados demuestran ser más eficientes y productivas por manejar buenas prácticas empresariales.
Acciones recientes de jóvenes activistas por el medio ambiente validan esta aseveración. El año 2019 fue clave en el posicionamiento de la idea de mayor presencia femenina en las causas sostenibles; fue la sueca Greta Thunberg, una adolescente altruista, quien exigió una pronta acción frente al cambio climático.
La icónica representante de la nueva generación pasó a convertirse en la octava de 25 adolescentes más influyentes de 2018 y una de las 100 personalidades más preponderantes del mismo año, según la revista Time.
Greta es miembro activo del movimiento Juventud Por El Clima; jóvenes estudiantes se manifiestan estratégicamente los “viernes por el futuro” o FFF por sus siglas en inglés (Fridays For Future); es aquí donde Greta comienza a tomar acción.
En agosto del año 2018 Thunberg y el movimiento adquieren notoriedad pues deciden realizar una huelga estudiantil por el clima desde el 20 de agosto hasta las elecciones suecas del 9 de septiembre para exigir la inclusión de compromisos – como la reducción de emisiones de carbono – contra el calentamiento global, en la agenda gubernamental después de varias olas de calor e incendios forestales que afectaron la calidad de vida de la población del país escandinavo.
El “Efecto Greta Thunberg” no se hizo esperar. Con su lema “nadie es demasiado pequeño para marcar la diferencia”, nombre del libro publicado en 2019 bajo su autoría, Greta figura como un controversial personaje cuyos discursos para la ONU, Unión Europea, Foro Económico Mundial y múltiples encuentros juveniles internacionales, siguen siendo tema de discusión entre empresarios, políticos, científicos y activistas.
Sin embargo, aunque reportes científicos y oficiales de organismos de todos los países aseguran que estamos viviendo un período crítico en la historia de la humanidad por la poca o nula acción frente al cambio climático, referentes como Trump aún responden con frases desafiantes como “no me la creo”, respecto a reportes de la misma Casa Blanca sobre el clima.
El discurso con base científica de Greta debería considerarse indiscutible pero será su insistencia a favor de cientos de miles de páginas de estudios sobre la evaluación del clima la que concientice sobre la precisión y veracidad de dichos datos.
Greta es solo un ejemplo del peculiar aporte femenino a la causa. La importancia de la presencia de mujeres en el movimiento radica en la mayor vulnerabilidad que sufrimos por los roles estereotipados a los que aún nos someten. El incumplimiento de los derechos de la mujer, los casos de dependencia financiera, desigualdad en el acceso a créditos y la minoritaria participación política de alto rango, aportan negativamente a la brecha de género en el tema medioambiental.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –Cepal–, la gran mayoría de las acciones frente al cambio climático no están considerando un enfoque de género con graves consecuencias futuras en la búsqueda de igualdad entre hombres y mujeres. Por lo tanto se puede asegurar que sí existe una estrecha relación entre la consecución eficaz de resultados frente al cambio climático y la inclusión del enfoque de género en dicho contexto.
La nueva realidad requiere de análisis holísticos, de acciones multidisciplinarias que, mediante la sinergia, colaboración y cooperación de varios agentes -sin discriminación de género, nivel socioeconómico o experiencia – con antecedentes variados, finalmente, aporten con nuevas perspectivas en la toma de decisiones y traigan consigo un enfoque más enriquecido de la recurrente y unilateral normalidad.
Nada va a mejorar si no se cambia la mirada con la que hasta hoy se han apreciado los conflictos. Las amenazas que hoy se viven no son las mismas que las de hace 100 años cuando se creía que el uso indiscriminado de los recursos no producía externalidades. Ahora, en la era del conocimiento, la población mundial está consciente de los retos a los que se enfrentan, pero hace falta una respuesta inmediata y ningún talento humano debe quedar rezagado.
Diversidad es sinónimo de progreso; las organizaciones más importantes del mundo – públicas, privadas, educativas y de la sociedad civil – confían en que la diversidad es el engranaje clave para el desarrollo de soluciones sostenibles.
Por ende, el trabajo en la intersección de los diferentes sectores y sus agentes femeninos y masculinos, más el desarrollo de métricas bipartitas sobre los datos recopilados, garantizarán una respuesta efectiva y simultánea a estas dos grandes problemáticas: el cambio climático y la desigualdad de género. (O)