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Nueve alfareros de Samborondón dejan su legado
Con el transcurso del tiempo las costumbres de los pueblos quedan en el olvido. En Samborondón se quiere evitar ese destino para la alfarería.
Este oficio es tradicional en el cantón guayasense. Antes cuando se cocinaba en el fogón con leña era común la demanda de las ollas de barro. La proliferación del plástico también ha hecho que los utensilios que realiza el alfarero sean menos requeridos, pero la elaboración es un espectáculo.
La familia Vargas fue una de las primeras en impulsar este oficio.
Fernando Bolívar Vargas León es uno de los herederos del talento para elaborar objetos de barro con las manos.
En la actualidad nueve personas se dedican a esta actividad. El padre de Vargas León aprendió el oficio de su padrastro, un cuencano.
El alfarero dice que de su familia son cuatro los que siguieron los pasos de su padre. Uno de ellos ejerce el oficio en Venezuela.
En un terreno irregular, cercado con madera y zinc, es en donde Vargas convierte un pedazo de barro en macetas, cazuelas y ollas.
El ágil hombre, de 64 años, comenta su experiencia al presentarse en las ferias que se realizan mensualmente en Samborondón.
Vargas es convocado por el Municipio para que demuestre su habilidad, que es parte de la cultura, puesto que el gobierno autónomo descentralizado (GAD) presenta esta actividad como parte de su riqueza.
“Por la destreza e ingenio de sus alfareros, Samborondón posee una de las mejores alfarerías de Ecuador”, informa la Alcaldía en la página web.
Una de las características de los alfareros es que realizan su trabajo en sencillos talleres en la ciudad.
Ponen el barro sobre una tabla circular unida por un eje central a una rueda más pequeña que está cerca del piso. Con los pies giran la rueda inferior y esta a su vez mueve la rueda superior.
Con destreza admirable, Vargas en menos de un minuto produce una maceta, con diseño incluido.
En su taller, que está junto a su vivienda, elabora cerca de 400 cuencos a diario. El producto estrella son los usados para las cazuelas.
Durante la visita elaboraba 400 para un hotel, que está ubicado en Galápagos.
Vargas tiene tres hijas que no se interesan en el oficio, por ende, dice, no dejará heredero. Destaca que toda su vida ha estado relacionado con la actividad, y destaca que empezó a moldear el barro desde los 13 años.
Vende su mercadería en otras ciudades, pues en este caso se aplica el dicho: “Nadie es profeta en su tierra”, porque el barro tiene menos acogida en Samborondón y más en Los Ríos.
A diferencia de otros alfareros, Vargas no usa moldes porque ya tiene la medida en sus manos.
Un espacio propio
Para Vargas, uno de los sueños es que no desaparezcan los alfareros de Samborondón.
Uno de los problemas que tienen es que los hornos de leña causan gran cantidad de humo y por ello el hombre propone que los reubiquen en una zona alejada de la parte central, pero que ahí estén todos y también se efectúe una exhibición, que sea un reconocimiento a la cultura del cantón.
La iniciativa para visibilizarlo también surgió en Iti Vera, una emprendedora, que aunque no nació en Samborondón quiere aportar con la difusión de esta labor.
La propuesta es dictar talleres para que los más jóvenes se integren a la actividad, que también sea mejorada con la pintura. Es decir elaborar diseños que le den un valor agregado al producto.
En la actualidad Vera se dedica a producir vajillas y otros utensilios.
Menciona que hay interés por parte del alcalde, José Yúnez, para perfeccionar a los alfareros y motivar a la ciudadanía para que incursione en esta actividad.
Vargas considera que es importante que las personas que están relacionadas con las obras de barro se organicen para mostrar su talento.
Agrega que en sus presentaciones las personas, sobre todo los más pequeños, se interesan en el trabajo. (I)