Ciudadanía
El Fortín, donde los jóvenes gozan y los mayores, no tanto
Cuando a Manuel Vera (72 años) la soledad lo pone contra la pared y ni siquiera la televisión lo salva, agarra su bastón y se dirige, a paso lento, al único lugar donde puede sentir alivio: el centro comercial El Fortín.
Él, como muchos de sus vecinos, llegó a la zona hace más de 20 años, cuando “todavía era útil y trabajaba de chofer en una línea de bus urbano”.
Desde ese tiempo a esta parte, no solo su vida cambió -enviudó y se quedó con un solo hijo soltero-, sino también el paisaje urbano. Llegó más gente, especialmente del campo, y las colinas se fueron poblando en un abrir y cerrar de ojos.
Tanto cambió que, en noviembre de 2013, se inauguró lo que muchos pensaban era solo para el centro de la ciudad o para las ciudadelas: el mall.
“Aunque no haya plata para comprar nada, uno se siente bien en el sitio: es fresco, no hay peligro, y encuentra de todo, en especial lugares donde hacer trámites y pagar servicios”, narra Manuel, oriundo de Cascol.
Pero la gratitud de Manuel no solo se afinca en los interiores del lugar, sino también en que, gracias a él, algunas calles fueron pavimentadas y el sector ganó en dinamismo económico. “Eche un vistazo y mire todos los comercios que hay”.
Discrepancias
Miryan Hurtado Mina tiene un restaurante en el bloque 5 desde hace dos años, pero no piensa igual. Para ella, los beneficios no han llegado. “Oiga, aquí el alcantarillado no funciona, las calles de más adentro son puro hueco. El mall solo les ha servido a unos cuantos, los que viven cerca”, dice Miryan, quien solo va al centro comercial a pagar servicios, pues dice que un helado cuesta un dólar, el más barato.
Wilson Méndez, otro morador, se queja de lo mismo y llega a decir que las autoridades municipales son “unas salvajes”, que solo ven su beneficio.
Pero si los mayores tienen sus reservas y desacuerdos, quienes sí agradecen su presencia son los jóvenes, asiduos visitantes, no solo los fines de semana, sino todos los días.
Enma Quimí tiene 18 años. Vive a dos cuadras del mall y cuenta que el sitio es “fenomenal”, porque allí encuentra de todo, desde un celular hasta ropa de marca deportiva. “Con mis amigas vamos a la salida del ‘cole’, hacemos nuevos amigos, comemos algo y chateamos porque hay Wi-Fi (internet libre). Uno la pasa chévere. Tampoco hay que ir tan lejos. Agarras la tricimoto y ya”.
El medio de transporte al que se refiere la joven, aunque no ofrece mayor seguridad, es el único que surca las pocas calles pavimentadas de El Fortín. Hasta hace seis años la línea de bus 105 -la grande y la pequeña- iba por allá, pero la delincuencia la corrió.
Reynaldo Pérez, de 22 años, es otro que cree que el lugar es de asistencia obligatoria. “La verdad es que uno se siente bien, como si estuviera en otro país; yo vivo adentro y allá la cosa es turra. Uno vacila en chévere y se olvida de lo que hay afuera. Es como un escape”, cuenta Pérez, quien dejó sus estudios “para apoyar en la casa”.
Pérez viste deportivo y este fin de mes piensa comprarse un par de zapatos Nike Zoom a como dé lugar, pues tiene una quinceañera y las oficiará de DJ. “Usted sabe, la cachina es lo primero. Y aquí en el mall es casi como la bahía”. (I)
DATOS
El Fortín se encuentra localizado en la entrada principal del kilómetro 25 de la vía Perimetral, entre las avenidas Modesto Luque y Casuarina.
Cuenta con locales de comida considerados de consumo popular, como Pollos Barcelona y Menestras del Negro.
Fue inaugurado en noviembre de 2013 como parte de un programa en alianza con la Municipalidad y la empresa privada.
Dentro de sus locales también funciona una oficina del IESS.