Publicidad

Ecuador, 18 de Febrero de 2025
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Publicidad

Comparte

La Intendencia realiza controles pero no siempre son efectivos

Luego de la farra, la noche esconde más de un secreto

Tras una farra, los jóvenes siguen disfrutando por diferentes sectores, hay cantinas abiertas en la madrugada. Foto: Fernando Machado/El Telegrafo
Tras una farra, los jóvenes siguen disfrutando por diferentes sectores, hay cantinas abiertas en la madrugada. Foto: Fernando Machado/El Telegrafo
19 de julio de 2015 - 00:00 - David Jiménez Abad. Universidad del Azuay

Dos de la mañana en Cuenca, los bares, discotecas y otros centros de diversión nocturna cierran sus puertas.

Sus clientes salen en medio del frío, muchos regresan a sus casas, otros deciden continuar la fiesta en el hogar de algún amigo, otros no tienen lugar fijo, menos ahora que la ordenanza municipal que regula la venta, distribución gratuita y consumo de alcohol en los espacios públicos, les impide estar en estos sitios.

Juan (nombre ficticio) es una de esas personas que no tiene a dónde ir. Solo dispone de su auto y su amigo, igual que él, tiene aliento a alcohol y no tiene sueño. Juan compra 2 botellas de ron y una botella de gaseosa de un litro, todo el paquete cuesta menos de $ 10. En la avenida 10 de Agosto, en el trayecto que va desde la Ricardo Muñoz y la Solano, hay varias personas como Juan y su amigo.

La dueña de uno de los locales que vende alcohol conoce a sus clientes. “Mi seño, ya sabe, deme unita de ron”, dice uno de ellos y la vendedora sabe muy bien cuál prefiere: coloca la botella dentro de una funda de plástico negra, le entrega 2 vasos y cobra. “Lo bueno de trabajar a estas horas es que puedo ganar un poquito más, como ve, la gente me quiere y yo los trato bien, no se molestan en pagar $ 2 o $ 3 más de lo normal, además es difícil encontrar trago a estas horas”, dice la mujer.

Ante la pregunta de si los controles policiales le han quitado clientela, sonríe con picardía y responde: “Al contrario, parece que ha aumentado. Es que los clientes se dan formas para llegar acá; dejan los carros unas cuadras antes y vienen a pie para evitar que los ‘chapas’ les huelan el trago. A algunos los conozco bien, sé que son buenos, solo les gusta tomar un poquito más”.

La siguiente tienda se ubica a 2 cuadras de distancia. El dueño del lugar duerme durante el día. Su turno empieza a las 19:00. Es un hombre alto, de contextura ancha y profundas ojeras. Una patrulla se estaciona en la entrada, parece que lo van a retar, pero no, son sus amigos. “Ellos son amigos, patrullan por el lugar, no nos molestan mientras nosotros les ayudemos con alguito, es mejor llevarnos así, sino, no vendemos”.

Al vendedor nocturno no le preocupa el tema de la ordenanza, pues cree que la gente no va a dejar de comprar: “Usted sabe que la gente es necia, si le dicen que no, va y lo hace, así es”, señala este vendedor.

A las 3:00, en la madrugada, con las calles desoladas, una van de color plata permanece estacionada en el sector del Estadio. Su dueño contrabandea licor desde Perú. “Aquí el trago es caro, no todos pueden pagar $ 70 u $ 80 por una botella, allá es más barato, ese es mi negocio”, dice, mientras comercia botellas calificadas como ‘finas’: desde ron, vodka, tequila, whisky hasta otros licores que le hacen por pedido. “Casi nunca me quedo con las botellas, se venden bien, a veces antes del sábado me sé quedar vacío”. El vendedor no solo utiliza su vehículo como puesto sino que a veces realiza entregas a domicilio. Cuando avanza la noche, es el frío y no los controles, lo que obliga al dueño de la furgoneta a levantar el puesto, para probar suerte el próximo fin de semana.

De regreso al hogar, viene el recuerdo de ese mafioso italiano, Joseph Bonanno —aquel hombre que manejó el negocio del licor clandestino en los Estados Unidos durante la prohibición de los años 30, una época en la que la gente consumió más que nunca alcohol—. Tal vez las personas que visité no sean mafiosos influyentes, pero sin duda, tienen algo del siciliano.

La noche del viernes en Cuenca puede esconder un millón de historias que no se reflejan en las velas que encienden los creyentes en la catedral. Ciudadanos que no temen a la oscuridad ni a los ‘demonios’ de las madrugadas. Ellos arriesgan sus vidas por licor, no importa si alguien los espera en casa o si tan solo un gato maúlla o si su bolsillo será afectado con $ 170; lo que importa, es vencer el amanecer, aunque una ordenanza lo prohíba. (I)

DATOS

La Intendencia de Policía aparentemente sigue con los controles en todos los sectores de la ciudad, con la ayuda de los miembros de la Guardia Ciudadana.

Fiestas clandestinas han sido interrumpidas y muchos menores de edad han sido retenidos hasta que sus padres les retiren. Las fiestas se realizan en casas particulares y son convocadas mediante las redes sociales.

Los controles de la Emov también se han intensificado, en especial en el centro histórico los viernes y los sábados para evitar que los jóvenes manejen sus vehículos en estado de embriaguez.

Propietarios de bares dicen cumplir con las leyes establecidas para vender licor, pero existen tiendas que camuflan el expendio de bebidas alcohólicas vendiendo pan o papas fritas. (I)

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media