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Carmen, la bailarina cubana que mueve a Cuenca

La cubana Carmen Vázquez vino a Cuenca para enseñar danza a muchas jovencitas de la ciudad.
La cubana Carmen Vázquez vino a Cuenca para enseñar danza a muchas jovencitas de la ciudad.
Fotos: Fernando Machado/ El Telegrafo
27 de diciembre de 2015 - 00:00 - Juliana Andrade. Universidad del Azuay

“No mamá, si no me llevas a estudiar danza pues no pienso estudiar nunca nada”. Es lo que dijo después de una clase de ballet, con sudor en la frente y un poco cansada, Carmen Vázquez. Cuenta aquella frase que algún día le dijo a su madre, fuerte para ser de una niña de 10 años, y de la cual no se arrepiente ya que a partir de eso fue como inició su sueño en el mundo de la danza.

Carmen, una bailarina y coreógrafa profesional, se permitió recordar con toda la alegría cargada que puede tener una mujer cubana, cómo han sido estos 35 años de piruetas, saltos y energía. Desde que empezó a dar sus primeros pasos ya bailaba, y no solo eso, también invitaba a la gente a bailar con ella.

“Yo sabía que no solo iba a ser bailarina sino también maestra”, dice y después de pronunciar esa frase se nota en sus ojos cristalinos un brillo de satisfacción.

Para una niña pequeña el término ‘disciplina’ puede ser difícil, pero para una bailarina es una palabra que causa inspiración. Carmen, junto con otras 9 niñas de toda Cuba fue elegida para ir a la Escuela Nacional de Arte en la Habana; con tan solo 10 años no tuvo miedo de dejar a su madre, ni tampoco a la disciplina que esta responsabilidad implicaba; la valentía de una niña de esa edad era la evidencia más sincera del puro amor a la danza.

Después de tantos años de rigurosidad obtuvo su título como profesora y bailarina de Danza Moderna y Folclórica, y descubrió que su más grande pasión era enseñar. “Empecé a enseñar a los 16 años, yo era tan chiquita, tan flaquita, acababa de graduarme y me tocaba enseñar a hombres adultos y grandotes”, dijo riéndose y viendo hacia el techo, recordando esa escena con todos esos intimidantes bailarines en frente de ella. Estaba decidida a ser bailarina y profesora, “lo mejor es tener la experiencia como bailarina porque después de haber vivido y bailado puedes transmitirla en la docencia”.

Poniéndose las manos en el pecho, a la altura del corazón, Carmen confiesa que ha amado a cada uno de sus estudiantes, que no hay mejor satisfacción y orgullo en el mundo que sentarse a ver a un gran bailarín en el escenario y pensar “¡ese fue mi alumno!”.

¿Cómo llegó Carmen a Cuenca?

Carmen es una bailarina que vuela adonde la danza la lleve, así que aceptó la propuesta de su amigo cubano, radicado aquí ya hace muchos años, de trabajar en su academia.

“Fue un poco duro venir después de trabajar en una escuela por 32 años donde los niños entran para graduarse y aquí no es así, no iba a soportar que las niñas vengan un día y al otro no”. Sin embargo, ella fue transmitiendo poco a poco ese rigor, ese amor, esa disciplina por la danza y las niñas comenzaron a responder a eso; después de un tiempo llegaron a tener una gran química entre estudiantes y maestra.

También tuvo la oportunidad de trabajar en el Conservatorio de Cuenca, aquí se encontró con una sorpresa que la decepcionó muchísimo, las jóvenes después de 9 años de estudiar ahí y a pesar de obtener un título al graduarse, no planeaban hacer de la danza una profesión ya que sus padres no la veían como una carrera interesante.
Carmen decidió hablar con ellas tratando de convencerlas que la danza es igual de digna que otras carreras: “Ellas me respondían que la carrera del bailarín es muy limitada, y yo les explicaba que cualquiera podía ser así”.

Después de tanto insistir le queda la satisfacción de que al menos 2 de sus alumnas abandonaron sus otras profesiones para seguir con la danza, una de ellas en este momento se encuentra estudiando en México y la otra en Alemania, luchando por cumplir sus sueños como bailarinas.

La maestra explica con palabras llenas de cariño cómo con el transcurso del tiempo se ha ido enamorando más de Cuenca, está consciente de que las ganas de bailar en esta ciudad están presentes, pero que a las bailarinas les falta preparación física.

“Si bien las academias se presentan con un derroche de vestuarios y luces, hace falta la técnica, quiero en el escenario 4 pirouettes, 16 fouettés, quiero que sientan el movimiento de su cuerpo al momento de bailar”, explica ella moviendo sus brazos, intentando así plasmar sus ideas y contagiando a todos las ganas de bailar en ese mismo instante.

“Quiero que Cuenca tenga lo que se merece, no quiero mi nombre aquí, quiero el nombre de Cuenca en todo el Ecuador”, concluye la profesora cubana que ya se ha adaptado a esta ciudad. (F)

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