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Los colombianos se quejan de los estereotipos con que son relacionados
Las dificultades alientan los emprendimientos entre refugiados
“¡Compre, compre las arepas, deliciosas, muy ricas. Las empanadas del colombiano, los tintos más sabrosos de Cuenca!”, es la voz que se escucha con fuerza en la esquina de la avenida República y la calle García Moreno.
Allí está Carlos, esposo y padre de 2 hijos que debió dejar su Colombia natal en el año 2010 y recibió el estatus de refugiado en 2012.
La persona refugiada es aquella que cruza una frontera internacional para salvar su vida. Puede sufrir una persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad o escapar de la violencia generalizada en su país.
Ecuador es una de la naciones que más refugiados acoge en América latina. El 85% de refugiados son de origen colombiano.
En la actualidad, se estima que existen en Ecuador más de 50 mil ciudadanos colombianos; sin embargo, este número podría ser mucho mayor ya que algunos de ellos optaron por no solicitar el estatus de refugiado, sea por miedo o por el deseo de regresar lo antes posible a su país.
El registro se realiza continuamente en las provincias donde se asienta la mayor cantidad de colombianos como Sucumbíos, Carchi, Santo Domingo, Esmeraldas y Azuay.
Muchas de estas personas llegan a nuestro país cargados de una ‘mochila de dolor y trauma’, que no siempre logran superar, para comenzar un emprendimiento en las ciudades que los acogen.
Carlos y su familia son oriundos de Nariño, un departamento fronterizo de Colombia, y sus raíces están en el trabajo rural. En su pueblo natal, Consaca, Carlos trabajaba como comerciante informal. “Yo, allá en Colombia, vendía relojes, correas, accesorios y muchas cosas más, vendía en la calle, estuve vendiendo como 15 años”, dijo.
Pero todo cambió en un abrir y cerrar de ojos. “Un día me fui a vender las cosas al pueblo acompañado de mis 2 hijos y pasé al lado de hombres que portaban armas y me empezaron hacer un poco de preguntas, comenzaron a tratarme mal a tal punto de amenazarme de muerte, me dijeron que me largue, y ahí tuve que salir en contra de mi voluntad”.
La única forma de sobrevivir era saliendo del país y llegó a Ecuador, donde ha empezado una nueva vida con su familia, pero sin su madre ni sus hermanos, a quienes no ve desde hace 3 años.
Alex y Paola, los hijos de Carlos, recuerdan los fantasmas de la guerra que dejaron atrás. Ellos dicen que todo era temor, que nunca había seguridad, “estabas tranquilo en tu casa y repentinamente se escuchaba el sonido de balas, bombas y gritos”, relataron.
El mayor anhelo de sus padres es que los adolescentes terminen el colegio y puedan seguir una carrera universitaria. “Yo no he parado de trabajar para que mis hijos se sientan orgullosos de mí”, dice Carlos.
Vendiendo, cocinando, trabajando en las calles de la ciudad, imparable, de sol a sol, así ha sobrevivido este ciudadano en Cuenca. “Pasé de ser desplazado a ser un emprendedor; monté mi negocio El colombiano y con todo el trabajo de estos pocos años y con este proyecto ahora tengo para poder arrendar una vivienda, un puesto de ventas; logré comprar los colchones, mis cositas y vivir dignamente”, dijo.
Desde que llegaron al país, la familia de Carlos se dedicó a la venta ambulante de café, pero tuvieron la gran idea de vender en la puerta de donde ellos viven y rentan. Comenzaron con una simple repisa en donde exhibían empanadas y bolones al paso y ahora su local es muy conocido y frecuentado.
Elizabeth, esposa de Carlos, dice que el éxito de su negocio se debe al carisma de sus dueños y a la buena sazón colombiana. El trato al cliente, entre cumbias y vallenatos colombianos, también juega su rol.
El rico olor del auténtico café colombiano acompañado con un bolón de verde y unas arepas de queso o de carne han sido las herramientas de esta familia de refugiados para forjarse un nuevo futuro en Ecuador.
La xenofobia inmersa en Cuenca
Pero no todo ha sido sencillo en su nuevo destino. La xenofobia y la discriminación también son realidades con las que debe convivir el refugiado en su nuevo destino. A veces se debe a la ignorancia, otras a la pobreza.
A veces las personas que huyen de un país llegan a su zona de acogida en situaciones extremadamente difíciles. Las personas que los reciben, en muchos casos, están en las mismas condiciones, especialmente en las zonas rurales.
Pero en otras ocasiones, los colombianos son víctimas de los estereotipos presentes en la sociedad ecuatoriana, vinculados, en la mayoría de casos, con la inseguridad.
“En muchas ocasiones, personalmente me ha tocado pasar por momentos incómodos, se me hacía un nudo en la garganta al ver y al sentir de manera directa una discriminación en una parada de buses, en donde las personas al escuchar el acento colombiano, te dan las espaldas, murmuran y guardan sus pertenencias”, dice Elizabeth y añade, “por uno que actúe mal piensan que todos venimos a robar, nosotros solo queremos trabajar y salir adelante”.
En Ecuador se han desarrollado varias campañas en contra de la discriminación, por ejemplo ‘Convivir en Solidaridad’ que tuvo lugar a nivel nacional. El objetivo de estas campañas es incluir a la sociedad civil y los gobiernos locales en proyectos que promuevan la convivencia pacífica. (I)