En El Oro los ataques a las mujeres causan alarma
“Llegué tarde del trabajo y al entrar a la casa y cerrar la puerta recibí un fuerte golpe en mi espalda. Tirada en el piso, medio inconsciente, sentí cómo me arrastraba por el comedor. Mientras hacía esto, de la boca de mi marido solo salían groserías en contra de mi persona”...
Este relato pertenece a la machaleña Jéssica (omitimos sus apellidos por seguridad), una de las 1.366 mujeres agredidas verbal o físicamente por sus parejas en lo que va del año. Ella hace una pausa y continúa su narración: “Mi cerebro solo repetía por favor, Dios, que ya no me pegue, que no me golpee más”...
Recuerda que pasaron unos minutos después de la agresión y su conviviente, con lágrimas, se le acercó y le pidió perdón. Le juró que sería la primera y única vez que iba a suceder. Días después del incidente, Jéssica con un poco de temor le preguntó a su consorte “¿por qué lo había hecho?”.
Éste, de manera fría y autoritaria, le respondió: “Recuerda que tú eres mi mujer, me debes respeto y debes decirme si vas a llegar tarde o no”... Varios meses después del hecho Jessica decidió separarse de su marido como medida de precaución ante un posible nuevo ataque.
En la capital orense la violencia doméstica o intrafamiliar no disminuye a pesar de los programas que ejecutan varios ministerios de Estado y entidades para desterrar este problema social.
En la Comisaría de la Mujer y la Familia de esta ciudad se receptan a diario entre 30 y 50 denuncias por agresiones verbales y físicas. Sin embargo, son pocas las que impulsan el proceso legal que iniciaron.
La comisaria Gabriela Bello explicó que el 70% de las denuncias son abandonadas y por ende no se logra sancionar al agresor. “Vienen en primera instancia y se quedan con la boleta de auxilio. “Creen que es el único amparo y no siguen ningún proceso, cuando saben que dentro del mismo está una sanción y una indemnización, de acuerdo al caso”, puntualizó.
El año pasado este despacho recibió casi 2.000 denuncias de las cuales solo un 30% tuvieron sentencia. En cambio en lo que va de 2012 se han presentado 1.366. La funcionaria manifiesta que de ellas el 60% corresponde a violencia verbal o psicológica, 30% a violencia física y el 10% a violencia sexual.
Bello afirmó que en la provincia no se han registrado crímenes contra mujeres, los cuales podrían ser calificados como femicidios (delito admitido en otros países, pero que aún no está reconocido en Ecuador y al momento se lo pretende incluir en el Código Orgánico Integral Penal).
La psicóloga clínica Karla Cueva cree que estos casos de violencia responden a un problema social y cultural que se repite en El Oro y en el país. “Históricamente a la mujer se la ha visto como un ser inferior al hombre, desarrollando su vida con roles pasivos. Ella es quien se queda en la casa a cargo de los hijos, pues según la sociedad, no hay mejor persona que ella para cuidarlos”, relató.
La experta manifestó que la tarea para desterrar la violencia debe iniciar en los hogares, pues, “por lo general, ahí se comienzan a construir los estereotipos que usualmente llamamos masculinidad y feminidad”. “Tanto padres como madres deben enseñar a sus hijos que todos son iguales y se deben el mismo respeto, sin importar el género”, resaltó.
Atadas a la manutención
Al consultarle a la psicóloga ¿por qué una mujer golpeada mantiene la relación con su agresor?, expresó que quizás por no tener ellas quién las ayude económicamente.
“Esto ocurre generalmente en mujeres con poca preparación académica, conscientes de que sin el marido no podrían suplir las necesidades. Aunque no lo podamos creer, la persona abusada se vuelve dependiente de su marido, aún después de ser golpeada. Por eso es usual escuchar frases como: ‘Es que yo lo quiero tanto’, ‘Él va a cambiar’, entre otras similares”, precisó.
A Cueva le preocupa el potencial riesgo de que los niños de hogares violentos sigan esos mismos pasos. “Si ellos no reciben ayuda social y psicológica, incorporarán ideas erróneas y reproducirán lo que vieron y escucharon en su hogar”, dijo.