La quema de los años viejos: rito, tradición, y liberación simbólica
A las 00:00 del 31 de diciembre de cada año, las calles de Manta (así como de diversos puntos del país) se llenan de llamas y humo. En la ciudad puerto, la sirena del Cuerpo de Bomberos anuncia el Año Nuevo y también advierte el cuidado para las personas que queman los monigotes.
Las familias o las barriadas queman su muñeco, un monigote que han elaborado o han comprado completo o por partes (muchas personas lo rellenan con ropa vieja y adquieren solo la careta). Alrededor de la hoguera se reúnen la familia y los vecinos y todos se abrazan deseándose un feliz Año Nuevo.
Juan Mora y su esposa María Grace Rivas, habitantes del barrio Santa Mónica de Manta, han elaborado estos monigotes durante 25 años. Las figuras representan a personas del barrio, de la política, del deporte o héroes infantiles que la televisión y las películas han presentado.
En Manta existe la Asociación de Monigotes y Afines 31 de Diciembre, que agrupa a todos los creativos y trabajadores que elaboran monigotes. “Comenzamos vendiendo ‘años viejos’ en el Mercado Central. En los últimos años, el Municipio nos trasladó a diferentes lugares para nuestro negocio. Estuvimos en la Plaza Cívica, en los bajos del puente de Tarqui, en el Paseo del Pescador, en la Asociación de Trabajadores Turísticos de Tarqui, a la altura del Hotel La Gaviota, en La Poza. Las mejores ventas, hasta ahora, fueron las de fines de 2010”, indica Juan Mora.
Desde hace más de 3 décadas, una empresa de Comunicación Social ha organizado un concurso de ‘años viejos’. Han participado creativos de barrios, clubes y asociaciones, los cuales han elaborado verdaderas obras de arte que evocan pasajes históricos, hechos políticos, tragedias mundiales o escenas deportivas de impacto.
Víctor Sánchez, un ciudadano mantense que vivió 105 años y que fue declarado Patriarca y Benefactor de Manta por el Congreso Nacional, en el año 2000, relataba que la quema del ‘año viejo’ es un rito, un acto de liberación, una tradición insertada en la cultura popular desde tiempos que se pierden en su memoria.
Durante la quema del ‘año viejo’, las personas dan puntapiés al monigote, pronuncian insultos contra el año que se va, hay despedidas con amargura, hay en todo esto un proceso psicológico de liberación del pasado, de las cosas que la gente quiere olvidar, de las tragedias vividas, buscan quitarse un peso de encima y, como corolario, se abrazan con las personas presentes deseando venturas y felicidad por el Año Nuevo.
Es el final de un año, el cierre de un ciclo de vida. Se despide el año viejo con la esperanza de que el nuevo sea mejor y traiga venturas y felicidad. El fuego libera, el fuego transforma lo malo en bueno, como un rito de ventura.
Los monigotes también representan a los políticos, a quienes el pueblo muchas veces asocia con engaños o decepción. Alcaldes, asambleístas, ministros y hasta concejales ocupan la imaginación de los creadores de ‘años viejos’, que durante el año están atentos a las tendencias de las protestas e inconformidades populares.
Gigantes, dibujos animados, animales, héroes infantiles o personajes que aparecen en películas, como La guerra de las galaxias, o en la televisión, el Internet o las redes sociales se comercian y se pasean por las calles de la ciudad. Muchas veces los niños influyen en los padres para la compra de determinados monigotes.
La cultura no es un conjunto de elementos fijos, dogmáticos o intocables, es un proceso dinámico, vital, trascendente en la existencia de los pueblos. En la elaboración de los monigotes se observa este proceso.
Vale recordar al argentino Néstor García Canclini, que en su obra Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la Modernidad, habla sobre la evolución de las fiestas tradicionales, y reconoce que en los procesos culturales existe una mezcla de lo popular con lo moderno, de lo viejo con lo nuevo, lo que desemboca en un aporte cultural que se transforma día a día.
La elaboración de los monigotes de fin de año, su exhibición, su adquisición dependiendo de la percepción del comprador, quien lo paseará y finalmente quemará, son un testimonio del proceso cultural. Aunque en Manta, el Municipio ha prohibido quemar los monigotes de fin de año, en las calles, estos se siguen elaborando, comprando, paseando y quemando.
Por: Joselías Sánchez Ramos (O)