La migración interna se incrementa en los centros urbanos
Al centrooccidente de la ciudad de Latacunga se encuentra la parroquia urbana Eloy Alfaro, cuyos barrios San Felipe y Loma Grande se han convertido en asentamiento de migrantes indígena provenientes de las parroquias de Zumbahua y Guangaje (páramo del cantón Pujilí).
Fabián Chiluisa, quien hasta hace un mes fue el presidente del barrio San Felipe, afirmó que la migración indígena empezó hace seis años y se ha convertido en un “fenómeno imparable”, pues los emigrantes siguen llegando. El 80% del barrio Loma Grande está poblado por ellos.
A lo largo de la calle 10 de Agosto del San Felipe, es posible encontrar pequeñas habitaciones, las que dan cabida a familias enteras de 5 o más miembros.
Los datos que maneja el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) muestran que la migración interna se encuentra al alza. En el año 1950, la población urbana del país representaba el 28,5% del total; 60 años más tarde, el séptimo censo de población y vivienda, realizado en 2010, evidenció que la población urbana se incrementó en 34 puntos porcentuales, es decir el 62,8% de la población se concentra en las ciudades grandes y medianas.
Los migrantes provenientes de los páramos de Pujilí manifiestan que dejaron atrás el campo por la falta de condiciones para producir sus tierras. “Allá la vida es difícil. Si no llueve, perdemos cada año las cosechas”, manifestó Lucía Chiguano, procedente de Guangaje y residente en Loma Grande.
José Eduardo Pallo, oriundo de Zumbahua, aún vive en su tierra, pero contó que el tiempo ha cambiado y que las lluvias ya no son frecuentes como antes. “La cebada, papas, habas están secas. Vamos a perder, no tenemos agua de regadío. Si no solucionamos este problema vamos a seguir perdiendo”, afirmó.
Mariana Ugsha, otra migrante, vive desde hace cuatro años en San Felipe y arrienda un cuarto cerca del Parque Central. En ese espacio se acomodan sus hijos David, Marcela, Mayra, ella y su esposo, Julio. No viven cómodos, pues la pieza resulta pequeña para todos.
Dentro de la habitación tienen la cocina para preparar sus alimentos y en los extremos acomodan la ropa y los colchones para dormir. La familia vive del trabajo de Julio, quien se desempeña como ayudante de albañilería.
David y Marcela, de 9 y 10 años, respectivamente, asisten a la escuela; Mayra tiene 7 y aún no estudia. “La plata no alcanza para que todos estudien”, dijo Ugsha.
Mariana dice que extraña su tierra. “Si apoyaran a los agricultores, no estaríamos aquí pasando necesidades”, comentó.
Los migrantes tienen costumbres diferentes a los citadinos, especialmente en lo que tiene que ver con el manejo de la basura; y esto produce choques culturales. “Están caminado por el parque, cambian el pañal a los niños y el desecho lo dejan tirado en el mismo lugar”, ejemplificó Fabián Chiluisa
Por su parte, Marco Moreno, actual presidente de San Felipe, manifestó que no se les puede quitar el derecho a vivir donde ellos lo decidan, “pero -añadió- lo interesante sería que cambien de actitud para poder vivir en mancomunidad”.