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Los ‘vecinos’ del tungurahua ahora realizan movilizaciones voluntarias cuando el coloso despierta
El concepto de evacuación cambió tras 15 años de actividad volcánica
Según la definición que la mayoría de diccionarios dan a la palabra evacuación, este vocablo hace referencia a “la acción de retirar personas de un lugar determinado, tras emergencias causadas por desastres, ya sean naturales, accidentales o debidos a actos bélicos”.
El retiro masivo de esta población, de una determinada localidad, amenazada por huracanes, tsunamis, terremotos, inundaciones, incendios, riesgo por explosión o erupciones volcánicas; generalmente se realiza con la ayuda de militares o cuerpo policial, quienes —de ser necesario— ejercían la fuerza para trasladar a dichas personas hacia un lugar donde se garantice su bienestar. Este concepto era muy familiar para las personas que viven en las cercanías del volcán Tungurahua, hasta hace 6 años.
Esto debido a que desde 2008, el Gobierno nacional empezó la construcción del reasentamiento La Paz, ubicado en el cantón Pelileo, y en el cual al día de hoy residen de forma segura alrededor de 200 familias, que hasta esa fecha fueron vulneradas por el comportamiento del volcán Tungurahua y vivían con temor por el violento comportamiento del macizo.
Alba Pallo, vicepresidenta del reasentamiento La Paz, señaló que el despertar del coloso ahora produce una reacción diferente en los moradores de poblaciones cercanas, debido a 2 factores.
“El primero es sin duda la habilitación de este refugio, que nos permite una estadía tranquila debido a que está alejado de lugares vulnerables por la actividad del Tungurahua y cuenta con los servicios básicos. La segunda es la experiencia que hemos adquirido tras 15 años de cercanía con el volcán. Las capacitaciones recibidas por parte de entidades de socorro y el escuchar, observar y convivir a diario con el coloso nos ha enseñado a reconocer las señales de peligro que usualmente emite”, dijo Pallo.
Pallo, quien es oriunda del caserío Chacauco, ubicado en la parte baja del volcán, manifestó, además, que pese a esto los moradores de Cotaló, Pillate, San Juan, Cahuají, La Palestina y otros pueblos aledaños siempre están atentos a lo que las autoridades determinen, pues la naturaleza es impredecible.
“Esto no quita que vivamos confiados, pues por más experiencia que tengamos con esta situación, no descartamos que algún día tengamos que salir corriendo por una erupción violenta que ponga en peligro nuestras vidas, como la de 2006”, agregó.
Cambio de mentalidad
Una típica escena que se repetía cada vez que el Tungurahua retomaba su accionar eruptivo, hasta antes de 2008, era la imagen de madres con sus hijos en brazos resistiéndose a salir de sus viviendas, pues argumentaban que no tenían a dónde ir. De igual forma, se podían observar personas de la tercera edad aferrándose a sus casas, cultivos y ganado, pues señalaban que además de no tener una vivienda fuera de allí, preferían morir a abandonar sus siembras y casas donde han trabajado y habitado siempre.
“A pesar de que en la actualidad esto se sigue viendo con personas de la tercera edad, la mayoría de la población ha cambiado la evacuación por una movilización voluntaria, pues han entendido que es por su propio bienestar y que esta es la forma correcta de preservar sus vidas”, señaló Jorge Sarmiento, habitante del reasentamiento y oriundo de Pillate. Para facilitar esta tarea cuando el volcán se reactiva, 2 unidades de la cooperativa Huambaló realizan recorridos por dichos poblados instando a los vecinos a salir de sus casas a tomar lo más esencial y trasladarse al refugio.
“Esto es un acto de civismo porque no cobramos nada por el traslado. Somos gente que vivimos en estas zonas y conocemos el peligro que encierra la estadía en esos sitios cuando hay expulsión de material piroclástico, ceniza, cascajo y lava. Ambos buses son un complemento al traslado que realizan los militares, pues están designados algunos camiones de esta entidad para realizar esta tarea en caso de emergencia”, dijo Fernando Cabezas, conductor de uno de los buses que colaboran con los traslados.
Ambiente normal
Con la seguridad de morar en una zona estable, los habitantes del reasentamiento realizan sus actividades diarias con total normalidad. En sus inmediaciones se puede observar imágenes típicas de cualquier condominio, tales como niños jugando en los parques, adultos realizando actividades comerciales, mujeres realizando tareas domésticas y vehículos circulando.