Darío J., taxista de 45 años, tiene las cámaras de seguridad instaladas en su unidad desde hace 3 meses. Al principio se sintió incómodo, pero con el paso de los días se acostumbró. El conductor cree que la actitud de la gente cambió a raíz de la implementación del sistema de vigilancia. Los dispositivos en los buses y taxis son monitoreados las 24 horas, por los 50 evaluadores en turnos rotativos. Édgar Benalcázar, analista periférico del Ecu 911 de Ambato y quien coordina la vigilancia en Latacunga, aclaró que los evaluadores monitorean cada 5 minutos diferentes unidades y actúan cuando se pulsa el botón de pánico.

Los botones de pánico, 3 en total están colocados en los taxis: junto al chofer; otro en la parte posterior, para el usuario y en la cajuela en caso de secuestro.

Mario Tarco, taxista, hasta el momento no los ha utilizado, pues no ha tenido emergencia alguna. Se siente “un poco más seguro”, pero extraña poder conversar con los usuarios como lo hacía meses atrás. “Antes hablábamos de música, cultura, deportes, política. Hasta había los que buscaban con quién desahogarse y hablaban de sus problemas personales y amorosos”, recordó. Sin embargo, ahora encuentra cierto “recelo” en sus usuarios, con quienes intenta conversar. La socióloga Mary Guijarro afirma que los dispositivos son un avance en materia de seguridad, pero producen un cambio en el comportamiento social por la percepción de “vigilancia” que tiene los individuos.