Una ciudad con intenso sabor a coco
“Para refrescarse del intenso calor que el verano trae en la capital de los ecuatorianos no hay mejor cosa que un rico jugo de coco con hielo”, aseguró Rainer Jiménez, cliente asiduo de los carritos de coco de la asociación de vendedores autónomos “Sabor y Coco”.
“Veintidós hermanos de Esmeraldas”, como ellos se consideran, a pesar de ser diferentes familias, iniciaron en Quito su negocio de venta de jugo y de agua de coco hace más de 20 años. Vieron el negocio muy rentable, sobre todo en verano.
Comenzaron recorriendo el Centro Histórico con los cocos en una carretilla y machete en mano para pelarlos, pero ahora todo eso lo cambiaron por un cochecito, en el que organizan mejor los diferentes productos derivados de la refrescante fruta tropical. “Lo que queremos es tener una mejor imagen, especialmente para que la capital de todos se vea limpia y bonita”, expresó Vidal Valdez, de 48 años.
Cuentan con un logo, uniformes, permisos y medidas de higiene. “Queremos que la gente sienta que compran un buen producto”, dijo.
Todos son de la provincia de Esmeraldas y se dicen orgullosos de su etnia afroecuatoriana. Aprendieron a hacer todos los productos por herencia. “Llevamos esos conocimientos en la sangre”, añadió Vidal, pues indicó que desde pequeños sus madres los sentaban en un pequeño rincón de la cocina y desde allí observaban cómo preparaban la mazamorra de coco, el arroz de leche de coco y los demás productos.
A lo largo de Quito hay alrededor de 100 vendedores de jugo de coco, de los cuales 22 pertenecen a “Sabor y Coco”, quienes asisten a talleres de manipulación de alimentos, administración de su negocio y otros. “Nos sentimos orgullosos de lo que hemos logrado, ahora estamos organizados. Lo que nos motivó fue la fe de sacar adelante el negocio”, dijo Antonio Quinteros, de 50 años.
El Municipio les ha destinado un puesto en las calles de las 5 administraciones zonales, desde La Delicia hasta Quitumbe.
Para algunos de ellos, el cambio fue difícil de asimilar: de la carretilla al coche y de pelar el coco al momento a armar un grupo para hacerlo en un solo lugar para no ensuciar las calles. “Fue complicado porque algunos de los compañeros ya estaban enseñados a la anterior forma de vender”, dijo Hermenegildo Quinteros, presidente de la asociación.
Afirman que la nueva imagen de los vendedores de coco no solo ha aumentado sus ventas, sino que, además, la gente los busca porque les gusta la imagen, la higiene y atención alegre y atenta que brindan. Reiner Jiménez indicó que eso debieron hacerlo hace mucho tiempo, pues “se ve mejor, es más limpio y motiva a comprar”.
“Es bueno cambiar la mentalidad mediocre y buscar mejorar siempre. Aplaudo la iniciativa”, opinó Francisco Padilla, quien tiene un local de zapatos en La Marín.
Nancy Lozada, quien consume coco tres veces a la semana, siente que el aceite de esa fruta le ayuda a la elasticidad de la piel y la humecta. “Tengo 43 años, no tengo arrugas ni patas de gallo, es porque el coco es muy bueno”, manifestó.
Nancy y otras personas consultadas consideran que el coco posee una “larga lista” de propiedades cosméticas, nutritivas, energéticas, medicinales y relajantes. Es un suavizante natural, por lo que, incluso, se usa como ingrediente en bronceadores, champúes, jabones, acondicionadores y bálsamos labiales.
Su contenido de vitaminas y sales minerales previene trastornos gastrointestinales, regenera la flora intestinal y es considerada una bebida con gran capacidad de rehidratación natural. La pulpa es rica en magnesio, calcio y fósforo y fortifica las uñas, el cabello y los dientes.