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Trompos, dulces y hierbas son parte de San Roque

Trompos, dulces y hierbas son parte de San Roque
18 de agosto de 2013 - 00:00

Amanece  en la avenida Rocafuerte, en el Centro Histórico de Quito. Son las 07:00 y el bullicio de los buses anuncia el trajinar de jornaleros y comerciantes por la zona. La  nubes de contaminación  se levantan airosas  en el cielo quiteño.

Los comerciantes del mercado de San Roque  inician su jornada. Van de un lado a otro, cargando sobre sus espaldas grandes bultos. Los moradores salen por las estrechas puertas de las casas tradicionales. Muy devotos, con un rezo y santiguándose cruzan el portal y caminan hacia la plaza de San Francisco.

San Roque, a primeras horas de la mañana, se exhibe diverso y su cultura y tradiciones están impregnadas en sus moradores y visitantes.

En un santiamén, como dicen los moradores, el reloj marca las 08:00. El rechinar de una puerta antigua se hace eco en la calle. Los vecinos, que cruzan por el sector,  regresan a ver, y sobre el pórtico un trompo de madera gira sin parar. Así empieza el día Jorge Rivadeneira, uno de los últimos artesanos que pulen la madera en el país. Su especialidad son los trompos. Aprendió el oficio de su padre desde los 12 años.

“Yo nací en esta casa, junto con mis nueve hermanos. En mi niñez mi padre tuvo un taller, todas las máquinas eran manuales, pues todavía no teníamos luz, así me enamoré del oficio de mi papá. La primera obra que realicé fue unas baquetas de tambor. A los 5 años aprendí a hacer bailar el trompo y soy el campeón mundial de este juego”.

DATOS

Jorge Rivadeneira  nació en el barrio de  San Roque en 1939. Desde niño aprendió el oficio de la madera. Su padre fue su mentor. La elaboración de trompos es una  tradición familiar, pues su abuelo también trabajó en esas artesanías.

En 1951 ganó el Primer Lugar en el Campeonato Mundial de trompos, que es su especialidad, pero también elabora zumbambicos y dardos, entre otros juguetes tradicionales.

Ahora ofrece funciones para niños
Don Jorge lleva más de 40 años como artesano. Con firmeza, dijo que hasta el último día de su vida seguirá en este oficio. En  20 minutos hace 10 trompos y tiene más de 20 formas de hacerlos bailar. El artesano quisiera perpetuar su tradición enseñándole el arte a sus nietos, pues es el último de su familia que conoce esta habilidad.

El día sigue su camino y un cielo completamente despejado lo acompaña. La ciudad se vuelve más activa con el paso de las horas. Los diversos negocios  de venta de víveres, artefactos y ropa de la calle  Rocafuerte están ya abiertos y hay ya más gente en  el lugar. Entre la avenida Chimborazo e Imbabura, un dulce aroma conquista a los transeúntes. Son las colaciones de la Cruz Verde, que elabora Luis Banda y su familia desde hace más de 98 años.

La colación es un bocadillo hecho de azúcar, miel y maní. Los tres productos se tuestan al carbón en una gran paila de bronce por cerca de tres o cuatro horas. “Quiero preservar esta tradición. Tal como empezó mi abuela con estos instrumentos antiguos, quiero mantener todo idéntico, pues todo mi trabajo es manual (...) Uno de los recuerdos más especiales que tengo es cuando regresaba del colegio y le veía a mi abuela con sus mejillas coloraditas por el calor del carbón, cansada, pero siempre con una sonrisa, yo le decía que le podía ayudar, pero ella, me contestaba que mi prioridad era estudiar”, contó emocionado.

Banda se graduó de ingeniero comercial, pero prefirió la tradición familiar antes que ejercer la profesión. Por ella, estudió. En el barrio hay ,también, curanderos, quienes creen que con sus hierbas espantan a los espíritus y malas energías. En la intersección de las calles Rocafuerte y Cuenca está el negocio de Vilma Ladia. Ella  hace que el oficio que aprendió a los 16 años de su abuela y su madre, perdure. Su mamá trabajó en el mercado de San Francisco, y recordó que otros comerciantes no les dejaban trabajar y les acusaban de “brujas”. Entonces Vilma -junto con su madre- envolvía la plantas en chalinas  y bajaba a la plaza Veinticuatro de Mayo para poder “limpiar” a los vecinos.    

El viaje por este barrio culmina en la  iglesia de San Roque y en el convento de Santa Clara,  que datan del siglo XVII. Prima el arte de la Escuela Quiteña,  y por ello son un paso obligado para quienes quieran conocer a fondo la historia de San Roque. Es  ya más del mediodía.

Las colaciones de la Cruz Verde llevan deleitando a los quiteños más de 98 años.

DATOS DE LA PERSONA

Luis Banda estudió administración de empresas en la Universidad Central del Ecuador. Trabajó por un tiempo en una entidad bancaria de la ciudad.

Cada bolsa de las colaciones cuesta entre 1 y 2 dólares. En su local elabora diariamente los dulces en paila de bronce.

Las colaciones son dulces que nacieron en el siglo XVII y XVIII y eran entregados a los visitantes de las casas del centro de la ciudad a manera de obsequio, así lo señala el libro “El sabor de la Memoria”.

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