La congestión se agrava en Quito, según un estudio
Mauro Salazar Moscoso dice que terminó por resignarse a programar la alarma de su celular a las 04:30 para levantarse de lunes a viernes.
Lo hizo después de intentar varios métodos para alistarse, desayunar, llevar a sus hijos al colegio y llegar a tiempo al trabajo, en donde debe estar a las 08:00.
Antes iniciaba su día a las 05:00, pero la media hora de diferencia le pesaba al final -asegura-.
Dice que la situación se debe, en parte, a que sus hijos tardan en alistarse, pero sobre todo al tráfico que vive en sus desplazamientos.
El ingeniero en administración de empresas, quien vive en el barrio La Rumiñahui (norte), sostiene que la situación empeoró en julio pasado, cuando se extendió el carril exclusivo del Trolebús entre el sector La Y y la estación multimodal El Labrador.
“Algunos días, sobre todo los lunes y los viernes, la situación es insoportable. Hay momentos en que los carros prácticamente no avanzan. Y eso ocurre no solo en esa zona, sino en toda la ciudad”.
Carla Cerón, quien viaja a diario de Cumbayá a Quito y viceversa, apoya esta opinión y sostiene que “la subida” a la capital, en las mañanas, y el descenso, en las tardes, toma, a veces, más de una hora.
Los datos del estudio internacional Inrix Traffic Scorecard, que se realiza anualmente, coinciden con estas apreciaciones.
Según la medición, Quito se ubicó el año pasado en el puesto 26 en cuanto a problemas de congestionamiento en un ranking de 200 ciudades de 38 países.
La ubicación es un agravamiento de tres puestos frente al listado de 2017, cuando la capital se situó en el lugar 29 (el lugar uno lo ocupa Moscú, la urbe más conflictiva).
Según el mismo análisis, los capitalinos pierden en promedio hasta 173 horas al año (7,2 días) por el tráfico.
Jorge Cisneros, usuario del transporte público, considera que el problema se origina en el aumento de vehículos en la capital.
Según datos de la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT), mientras en 2014 se matricularon 376.253 automotores en Quito, en 2017 fueron 435.629 y el año pasado superaron los 446.000.
De estos, 3.333 vehículos son buses, trolebuses, articulados y biarticulados. A ellos se suman cerca de 15.000 taxis regularizados, 12.905 en proceso de legalización y alrededor de 4.000 más que operan informalmente.
Ello deja 20.203 carros dedicados al transporte público regular o irregularmente en Quito y 425.797 destinados a la movilidad particular y comercial.
El conocer la cifra hace afirmar a Cisneros que la restricción de circulación vehicular, que se aplica desde mayo de 2010 en la capital y se conoce como Pico y Placa, resulta insuficiente.
A juicio del comerciante, la medida que se aplica actualmente seis horas una vez a la semana, debería establecerse durante todo el día.
Gloria Samaniego asegura que conoce el caso de amigos que tras la implementación del Pico y Placa ahorraron para comprar un carro de segunda mano y tener en qué movilizarse.
Samaniego, por su parte, hace cuatro años se desplaza en bicicleta y hoy se considera una activista de este medio de transporte alternativo.
Para la arquitecta, el uso de automotores solo se justifica para desplazamientos largos (recuerda que la ciudad tiene más de 40 kilómetros de extensión) y en caso de imposibilidad física.
Para lo demás -afirma- la bicicleta es perfecta. Espera el arranque de la octava edición del Foro Mundial de la Bicicleta, que se realizará en Quito entre el jueves y el domingo de esta semana.
Está segura de que los participantes aportarán ideas para descongestionar ciudades como Quito. (I)