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Las artes de Chalo: la piedra y la música

Las artes de Chalo: la piedra y la música
Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
10 de diciembre de 2016 - 00:00 - Redacción País Adentro

El quiteño Gonzalo Ninagualpa es conocido en Guápulo como “el picapedrero”, ya que desde los 8 años manipula material de ese tipo, que ahora decora iglesias, casas lujosas, quintas, parques y plazas.

A la par, también forjó su gusto por la música. Por eso, desde muy joven integra la Banda de Guápulo, fundada por su padre en 1930. “Los 2 oficios los aprendí más por obligación que por gusto. Mi padre, Miguel, quien también era picapedrero me obligaba a trabajar en esas 2 actividades para ganar dinero y poder jugar los cocos —juego tradicional de Quito—. Poco a poco fui perfeccionando mi técnica”.

Hoy, con una extensa experiencia, afirma que ‘solo’ toca el bombo, platillo, bajo chico y la trompeta. “Por lo general nos preparamos para las fiestas de aquí que son en septiembre, pero también tenemos contratos en otras partes de la capital y del país”, apunta el hombre de 78 años.

Respecto a la manipulación de la piedra,  cada vez tienen menos trabajo y más competencia. Desde enero de 2015 tiene problemas con su visión, lo que dificulta aún más su actividad.

Dentro de su extensa experiencia, ha elaborado pilas de agua, estufas antiguas, piletas, arcos de piedra, piedras para pisos y paredes.

Por ahora, la actividad artesanal está en ‘stand by’, ya que también le preocupan los ensayos y las presentaciones de la banda más popular de la parroquia. “Los fundadores han muerto, todos sus integrantes son foráneos, principalmente militares jubilados. Somos 12 músicos de los cuales, 3 apenas somos de aquí”.

Dice que una hora de servicio tiene un costo de $ 90. Asimismo, se ha visto obligado a guardar las puntas, cinceles y la amoladora en un cuarto frío, húmedo y nostálgico.
Él espera por contratos y recuperar su visión.

Al igual que esas herramientas de trabajo, su trompeta, con la cual ha recorrido varios puntos del país, también está guardada en una caja negra, a la espera de un nuevo recital. “A fines de año siempre hay contratos”.

Con las ganancias de los recitales, en especial, y de los trabajos en piedra, ayudó a sus 6 hijos. Ahora piensa que ya no puede colaborar como antes, debido a su edad.

Por eso, dice sentirse como “diablo en botella”, ya que desde hace 3 años pasa en casa. “Tenía mi taller en este inmueble, pero por problemas de salud lo cerré y también porque ya tenía poco trabajo como picapedrero”.

Cuando recorre las calles observa, principalmente, algunas casas y monumentos que fueron levantados con piedras que él forjó. “Es una pena esto de estar viejo, pero al menos, queda un grato recuerdo”. (I)

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