Todos los sábados, desde las 08:30, voluntarios visitan el mercado Mayorista para recolectar productos
La solidaridad permite alimentar a 2.000 habitantes de Quito cada semana
En Quito, jóvenes voluntarios recolectan donaciones de alimentos. Después de seleccionar los que están aptos para el consumo humano, los entregan a familias de escasos recursos.
María Quishpe, de 42 años, vive en Guamaní con sus 9 hijos; el mayor tiene 25 y el menor 6. Lo que gana su esposo como ayudante en una construcción no le alcanza para mantener a su hogar.
Desde hace 9 años visita todos los sábados el mercado Mayorista, al sur de Quito. Recibe donaciones de víveres que ya no pueden ser vendidos porque están golpeados o muy maduros. A cambio de trabajo recibe algunos productos con los que logra alimentar a su familia.
María forma parte de los voluntarios del Banco de Alimentos de Quito, institución que desde hace 12 años busca erradicar el desperdicio de comida.
De acuerdo con Alicia Guevara, presidenta del Banco, en la capital se desperdician a diario alrededor de 3 toneladas de alimentos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el mundo esa cifra asciende a 1,3 millones de toneladas al año, con lo que se podría alimentar a 2.000 millones de personas.
“Desperdiciamos alimentos porque estamos acostumbrados a vivir en el país de la abundancia. Como hay muchos productos nos damos el lujo de aceptar aquello que solo está perfecto; si una fruta está un poco golpeada no se compra, pese a que aún se puede consumir”, asegura Alicia.
En este contexto, el Banco de Alimentos de Quito trata de ser un puente entre un sitio donde se desperdicia y uno donde hay necesidad.
El proceso inicia con la recolección de alimentos en centrales de abasto, principalmente en el mercado Mayorista.
Después se seleccionan los productos que están en buen estado, se los clasifica y se los deja listos en las bodegas de la Metalmecánica de la Politécnica Nacional, en San Bartolo, donde cada lunes, martes y miércoles las familias de escasos recursos que constan en los registros del proyecto reciben verduras y frutas gratuitamente.
También reciben donaciones de empresas que tienen productos que no se pueden comercializar porque están próximos a caducarse.
El Banco da la garantía de que esos víveres se entregarán ese mismo día, o máximo al siguiente, y que se consumirán enseguida.
Pronaca suele donar embutidos, Toscana entrega parte de su producción de fideos que no necesariamente está próxima a caducarse, Café Minerva, Fideos Paca, Protopic, Quifatex, Comisariato del Ejército, Familia Sancela, Incinerox y DHL también colaboran.
El proyecto nació como una iniciativa privada. Una vez que creció la idea, la Politécnica Nacional apoyó acogiendo el proyecto como suyo.
Trabajadores de la universidad decidieron colaborar con parte de su sueldo para sustentar el programa. Con ese dinero compran alimentos no perecibles como arroz, azúcar, granos secos y aceite.
El Banco empezó a entregar alimentos en el comedor de la Lucha de los Pobres, en la Escuela Inti y en otros sitios. Pero a través de estas instituciones llegaron a familias en situación de riesgo.
Desde entonces, realizan informes socioeconómicos para localizar a las familias verdaderamente necesitadas. Hasta 2014 entregaron 906.118,75 toneladas de alimentos y 592.277 productos enlatados.
Con el objetivo de no desperdiciar nada, con las frutas que están muy golpeadas hacen pulpas y mermeladas; con la proteína fortificada de soya que las empresas donan se hacen galletas o se incorpora a la carne molida; incluso las cortezas sobrantes se guardan para alimentar a cerdos.
El Banco tiene 3 trabajadores a tiempo completo: uno se encarga del aseo, otro de la parte administrativa y uno de la producción de alimentos. Además, tiene un trabajador a tiempo parcial que cumple la labor de Recursos Humanos.
En 2006 y 2011, recibieron donaciones de equipos por parte de la Cooperación Técnica Belga. Por ejemplo, unos fueron destinados a la elaboración de pulpas y otros para procesar cárnicos. En total, la donación fue de $ 12 mil.
Según Alicia, actualmente el Banco de Alimentos atiende a 6 instituciones y a un promedio de 2 mil personas semanalmente.
Aunque las frutas y verduras se entregan de manera gratuita, los demás productos sí tienen un costo: cobran el 10% de lo que normalmente valdría un alimento elaborado y, en el caso de los cárnicos, el 50%. Este cobro se denomina “cuota de recuperación”, que ayuda a que el Banco de Alimentos se mantenga.
Por ejemplo, la carne molida se vende ya preparada como hamburguesa y la bandeja de 8 unidades cuesta $ 0,80.
La gente que no tiene ese 10% o 50% ayuda en la recolección y, a cambio de ese trabajo, se entrega alimentos.
Ese es el caso de María Caguana, de 31 años, quien, al igual que María Quishpe, es voluntaria todos los sábados.
“Me ayudan bastante. No me pagan en dinero pero sí en alimento. Con eso ayudo a mi hogar”, dice la mujer, quien tiene 2 hijos y vive en el barrio San Patricio, al sur de la ciudad.
“Unos dicen que ya no sirven algunas cosas, pero a nosotros sí nos sirve”, asegura Quishpe, quien cuenta que años atrás sus hijos no tenían qué comer, pero ahora ya tiene con qué alimentarlos.
Cristian Toscano, de 33 años, es voluntario desde hace una década y desde hace 8 trabaja en el Banco haciendo alimentos procesados.
“Recolectar en el mercado es duro, pero gratificante. A veces se deja de lado compromisos como viajes familiares, pero vale la pena. Me siento bien ayudando a quienes verdaderamente lo necesitan”, asegura.
“No pedimos caridad sino solidaridad. Los sábados cambio mi trabajo como profesora para ser cargadora. Me satisface ver los buenos sentimientos que todavía hay en la gente”, insiste Alicia. (I)