Dos veces por semana, Gustavo Landívar (65 años) abandona sus actividades en la Casa del Reloj, tradicional negocio dedicado a la venta y reparación de ese tipo de aparatos, ubicado en la acera occidental de la calle Benalcázar.

Camina aproximadamente 200 metros hacia el sur hasta que aparece la imponente plaza de San Francisco.

Los trabajos para la construcción de una de las estaciones del Metro obligan, en estos días, a sortear obstáculos para llegar al atrio que antecede al templo dedicado a la devoción al ‘patrono de los animales’.

Pide las llaves del campanario y empieza un ascenso hacia el punto más alto de la edificación religiosa; la travesía toma varios minutos y prueba la condición física.

El objetivo de Landívar es llegar al cubículo en donde se encuentra el mecanismo que acciona el reloj ubicado en la torre sur del templo.

Es el encargado de mantener en buen estado, igualar y dar cuerda a la gigantesca máquina de medición del tiempo. Ejecuta esas tareas desde hace 11 años, cuando fue contactado para que compusiera el aparato.

Se suponía que la parte frontal del colonial convento sería la sede del concurso de Miss Universo realizado en la ciudad y los organizadores querían que todo funcionara a la perfección.

Aquello no ocurrió, finalmente, pero el trabajo realizado convirtió a Gustavo en el relojero oficial de San Francisco.

El experto asegura que no busca retribución económica, sino la satisfacción de realizar una labor que es, a la vez, un orgullo y un reto. (I)