El personaje
Don César lleva 47 años reparando la vida
César Amable Moreno tiene fresco el recuerdo de la época en que abrió su negocio. Era 1969 y faltaban pocos meses para que Neil Armstrong fuera el primer ser humano en pisar el suelo lunar. Decidió arriesgarse y ocupó el local del Calzado Angelita.
Lo rebautizó como Calzado Imperio y trabaja desde entonces en el mismo espacio de la calle Imbabura, en el Centro Histórico capitalino. Traía consigo los secretos del negocio de la confección y el arreglo de zapatos que había aprendido en Alluriquín y que perfeccionó en la capital.
Había llegado a la parroquia del cantón Mejía a los 7 años desde su natal Mulaló (Cotopaxi).
El maestro Abelardo Zurita lo inició en el oficio. “Aprendí a hacer zapatos, pero solo eran mangleados (con clavos de mangle), no cocidos, porque era calzado para trabajo”.
A los 18 años se trasladó a Quito y se incorporó al personal de Calzado Primavera, donde aprendió “a trabajar fino”.
Los primeros 25 años de Calzado Imperio fueron fructíferos y César los aprovechó: compró el local donde trabaja, la vivienda posterior y una casa en Santa Rita.
El negocio le permitió, también, educar a sus 3 hijos, quienes hoy son profesionales.
En principio combinaba la confección y la reparación de calzado, pero el cambio de hábitos de la gente, “que empezó a comprar nuevos zapatos en lugar de mandar a arreglarlos”, dañó la primera parte del negocio.
Hoy, Don César sigue haciendo de ‘zapatero remendón’. Su negocio tiene la particularidad de que se trata de reparación al instante.
La mayoría de sus clientes llegan al local, se descalzan, esperan la reparación del zapato y ‘se llevan puesto’ el producto del trabajo del cotopaxense.
Los ingresos no son iguales a los de antes, pero el reparador de zapatos no avista, a sus 71 años, el retiro. (I)